El director del Museo de Bellas Artes asegura que la Revolución Bolivariana ha inspirado al arte callejero
Nos acercamos para conocer a Zacarías García, artista plástico de gran trayectoria quien asumió en 2017 las riendas del Museo de Bellas Artes. Zacarías nos recibe con una gran sonrisa. Su energía y vitalidad son contagiantes. “El museo está a casa llena. Siempre es así. Hoy expone la joven Aylén Montilla Esaá, de la Escuela Técnica de Artes Visuales Cristóbal Rojas, y se trajo a todo el liceo. Nos acompaña el profesor Miguel Ángel Baloa a presenciar su exposición. Aylén fue seleccionada como la artista del mes. De esta manera impulsamos a los jóvenes talentos a que se destaquen. Ayer también estuvimos de celebración: nos reunimos más de 150 artistas con Ernesto (Villegas) en el Museo de Arte Contemporáneo, en el Primer Congreso de Artistas Plásticos de Venezuela en su primera discusión. Tenemos mucha ilusión y expectativas. Se abre un diálogo de participación y reflexión”.
A sus 71 años, Zacarías García irradia tanto entusiasmo por lo que hace, que nos contagia. El arte ha cobrado más vida y está más activo que nunca. Además de su labor en el museo, Zacarías García ha sido un reconocido artista plástico, especializado en fotografía, serigrafía y artes gráficas, que ha expuesto en diversas partes del mundo. Conozcamos más acerca de la voz poética de Zacarías García.
—¿Cómo se define usted?
—Yo soy un artista. Yo vengo de las artes gráficas, soy formado en la Cristóbal Rojas, igual que estos niños que acabamos de ver en el museo. No solo vengo de la Escuela de Arte de Caracas, sino que soy fundador de la Armando Reverón, que es la primera institución preparando artistas a nivel de licenciatura. Sigo haciendo carrera, especializado en las artes gráficas. Sigo haciendo fotografía, pintura. He hecho escenografía. Hace dos años expuse. De allí yo paso a ser uno de los fundadores de UNEARTE. Fui uno de los primeros vicerrectores de esa universidad. Después me invitaron a asumir este proyecto.
—¿Cómo evalúa usted el balance de su tiempo en el Museo de Bellas Artes?
—Yo pienso que ha sido un aprendizaje extraordinario sobre la rutina y la disciplina de los museos: la secuencia de los distintos departamentos, etcétera. Yo creo que es un área que nos pertenece a los artistas. Los artistas siempre estamos desde fuera. Ellos siempre ven en los museos la posibilidad de hacer una exposición y obtener prestigio. Cuando te metes por dentro, te das cuenta de que es otro mundo, y que es un mundo que vale la pena: es interesantísimo, tanto en sus deficiencias como en lo extraordinario. Es muy bello estar de cerca en las bóvedas compartiendo con otros artistas que hemos querido toda la vida, nuestros maestros.
—¿Qué tipo de artistas ha recibido en el Museo en este tiempo?
—Estos museos tenían sus perfiles. El Museo de Bellas Artes es decimonónico: ha estado orientado al arte universal. Con colecciones particulares. Hay quien cree que somos un museo enciclopédico, porque tenemos arte egipcio, arte europeo, cerámica china, arte latinoamericano.
El MBA incrementó la colección latinoamericana, al punto de ser la más importante de la región. Todavía lo sigue siendo. Tenemos el empeño de orientar el perfil internacional hacia el arte de la región. Hemos considerado que la colección latinoamericana es tan grande que es un museo dentro del museo. La incorporamos a lo que compró Sofía Imber, y es la colección más importante del continente. Esto es algo que probablemente la comunidad no sabe.
—¿Cómo ve el arte desde la llegada de la Revolución Bolivariana? ¿Ha presenciado algún tipo de cambio, de transformación, de aporte, del arte dentro del proceso revolucionario?
—Eso es algo que merece un seguimiento. Nuestro proceso coincidió con la llegada de un nuevo siglo. Abrimos un siglo con un proceso de transformación y revolución en Venezuela. En todo el mundo, todavía no hay la fuerza de definiciones estéticas que hubo en el siglo XX. En el siglo XX, durante sus primeros 25 años, ya había dejado planteado todo lo que se hizo. El siglo XXI empezó con un proceso social, y un proceso de politización de la sociedad que aún no se ha focalizado en una estética novedosa. Hemos presenciado nuevos movimientos en la realidad virtual que están proponiendo nuevas dinámicas en las redes sociales.
Se ha abierto mucho el arte urbano, pero hay que hacerle seguimiento. Como ha sido muy libre, todavía no tiene el peso estético. No lo subestimo, pero no creo que tenga la envergadura que tuvo el muralismo mexicano en el momento de la Revolución Mexicana, que se hizo para que perdurara. El arte urbano es un movimiento que aparece y desaparece: es cambiante. Aún no tiene una fortaleza estética, le falta madurar, aparte de investigación que acompañe el proceso. De todos modos, esto se ve también en el primer mundo, pero han tomado el muralismo para fines comerciales.
—¿Qué falta por hacer en el museo? ¿Qué le falta a usted por hacer?
—Hay un problema de recuperación de la infraestructura que hace falta. Nuestro ministro está muy consciente, pasa que esto excede. Luego de esto, rehacer la programación: atender la programación. Creo que el museo nuestroamericano sería nuestro siguiente capítulo.
A diferencia de los demás países de nuestra región, Venezuela tiene colecciones, museos e instituciones que les pertenecen al Estado. Eso significa que estas obras son del pueblo. Pero el pueblo no lo sabe. Al pueblo le falta la claridad de que ese patrimonio le pertenece.
Yo tengo 71 años. Esto me ha hecho perder mucho mi afán de artista: el afán para protagonizar. Yo salí de esa fase, y entré en otra etapa. Tal vez me falta que la gente conozca más lo que he hecho. Eso pasará en algún momento. Pero me siento bien.
—¿Qué mensaje desea darle a la comunidad de Épale CCS?
—El Museo de Bellas Artes, por su ubicación en el parque Los Caobos, ha sido históricamente el museo de Caracas. Tanta gente viene a vernos porque está en el imaginario de la ciudad. Queremos que esa relación se afiance. Que recuerden que este museo les pertenece. El MBA surge con la historia de la ciudad.