El cambio climático, lejos de ser un tema de debate científico circunscrito a las estadísticas, las proyecciones y estudios meteorológicos, ha llegado para instalarse como un problema no solamente de sustentabilidad, sino como un asunto geopolítico de primer orden, además de económico y demográfico. El mundo se halla a las puertas de dramáticos cambios de enorme calado estrcuctural para la humanidad. Algo que resulta en extremo alarmante si consideramos que el capitalismo sigue siendo la matriz preponderante en la conducción de los desafíos en ciernes y el que pretende aportar soluciones, siendo el capitalismo y su dinámica extractiva y lineal el que nos ha traído a este punto. La certerza de que el sistema capitalista ha resultado criminal desde una perspectiva social y medioambiental parece no tener incidencia en la estructuración económica vigente, que sigue intacta en sus mecanismos corporativos, incluso recargados y perfecciconados para beneficio de unos pocos.
La preponderancia política, económica y militar de Estados Unidos en la casi última centuria ha impuesto una cultura del consumo extremo, de agotamiento de recursos finitos y de concentración de la riqueza en pocas manos, lo que ha acelerado este proceso necrófilo para el planeta y para todos los seres visos que lo habitan.
Ya en la década de 1950, el analista económico y experto en mercados, Victor Lebow, había sostenido como premisa fundamental que la estrategia a seguir por la economía estadounidense “(…) enormemente productiva, exige que hagamos del consumo nuestro estilo de vida, que convirtamos el comprar y utilizar bienes en auténticos rituales, que busquemos nuestra satisfacción espiritual, la satisfacción del ego en el consumir. Necesitamos que se consuman cosas, se quemen, se sustituyan y se desechen. Y todo ello a un ritmo cada vez más rápido.”[1]
Esta declaración de principios verdaderamente criminales con la Madre Tierra es la que finalmente se ha impuesto en todo el mundo, incluidas las periferias mundiales sumergidas en un capitalismo de segundo orden, como parte necesaria para el sostenimiento de los países sumergentes que extraen riquezas de estas periferias condenadas al atraso y la degradación. La cultura del consumo existe como dogma y la pregunta es… ¿Haremos un cambio de paradigma cultural a tiempo, o deberemos padecer un apocalipsis climático para comprender estas dinámicas de muerte?
Estos videos, escogidos de entre cientos que existen sobre esta problemática, nos aportan la necesaria reflexión para abordar posturas personales funcionales a estos desafíos. La omisión te matará. El consumo irresponsable te matará. Y también a tus hijos. Y todo lo que venga después de ellos.
NOTAS:
[1] Citado por David Suzuki en su artículo (en inglés) La Cultura de Consumo no es un Accidente. Título original: Consumer Culture is no a Accident.
Enlace web para leer el artículo: http://commonground.ca/OLD/iss//0305142/suzuki.shtml