En días pasados, el candidato presidencial de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, defendió la creación de una moneda única en América Latina como una herramienta para ampliar las relaciones entre los países de la región y romper la dependencia del dólar estadounidense.
Esta vieja pero aún vigente idea emerge al debate público en un oportuno escenario geopolítico de pérdida de hegemonía de la moneda estadounidense.
En el actual contexto de clara transición hacia la multipolaridad, es conveniente y necesario que los países de nuestra América, dominados y deliberadamente subdesarrollados, avancen hacia la unidad monetaria y financiera para posicionarse con fuerza ante el nuevo orden mundial en gestación, y no perpetuar el carácter dependiente de sus economías.
Sin embargo, vale la pena señalar que la unidad debe estar en vista de un desarrollo industrial común planificado y no solo en el ámbito estrictamente financiero y monetario ya que, de esta manera, los únicos beneficiarios serían los países con mejores condiciones preexistentes de desarrollo, generando nuevas relaciones de dominación y dependencia como sucedió, y está sucediendo, en la experiencia de la Unión Europea.
En este sentido, la moneda SUR debe ser utilizada para las relaciones comerciales entre los países de nuestra América con el objetivo de autofinanciar los necesarios planes de integración industrial regional. Para no caer en la volatilidad e incertidumbre propias de las monedas de economías subdesarrolladas, su respaldo emisor debe basarse en la producción de los países miembros (materias primas y principales bienes transables). De esta forma, el valor de la moneda estaría ligado a la producción, al trabajo, y no a la especulación del mercado financiero. Por otra parte, la relación cambiaria con las monedas nacionales debe manejarse con un tipo de cambio flotante, en función de los precios de la producción que sirva de respaldo, a fin de evitar la competencia entre los países miembros.
La moneda y un banco central sudamericano serían herramientas poderosas para mejorar la complementariedad de las economías de la región.
Si nos permitimos asomarnos al futuro por una grieta distinta a las que nos comandan, podemos ver, e imaginar, el enorme potencial de una Patria Grande unida. La naturaleza complementaria de sus economías y el funcionamiento conjunto de sus recursos naturales abren la posibilidad de un desarrollo explosivo para su gente. Todo lo que hoy, separado, nos debilita en beneficio del opresor, unido, nos fortalece y nos libera.
Uniendo empresas estatales como YPF, PETROBRAS, PEMEX, PDVSA e YPFB dentro de una estrategia regional
A modo de ejemplo, si YPF, PETROBRAS, PEMEX, ANCAP, PDVSA, YPFB y otras empresas estatales petroleras se unieran en una misma estrategia regional, su poder y diversidad productiva se impulsaría al primer nivel mundial. Al planificar industrialmente el suministro de sus insumos, agregarían valor técnico e industrial a su producción primaria. El mismo factor de escala podría lograrse para la producción de alimentos, gas, litio y otros sectores estratégicos.
Una sola nación económica, con capacidades complementarias entre países, donde la Argentina puede cumplir el rol industrial-industrializador, si recupera la exitosa tradición de sus empresas estatales como modelo replicador para sus pueblos hermanos. Autoabastecimiento en salud y educación (Cuba), alimentándose de la pampa húmeda y superficies cultivables sumado a su extensa plataforma marítima, con más de un siglo de abundante petróleo por delante (Venezuela), bendecida con el mayor acuífero de agua dulce del planeta (Paraguay, Brasil, Argentina), la mayor diversidad ecológica del mundo y enormes yacimientos de minerales estratégicos (Bolivia, Perú, Chile, Brasil, Argentina), serían suficientes para sentar las bases de un futuro próspero y soberano en la región.
Lo máximo que es capaz de dar Estados Unidos y su capitalismo global es lo que tenemos y lo que no alcanza para todos: el empresario privado alineado con las multinacionales, el sistema de bienestar reemplazando al trabajo, el consumismo de las clases medias conviviendo con Desigualdad extrema y hambre en tierras de abundancia. Y nada más.
Hasta ahora, cualquier acción política que cuestionara esos límites establecidos para esta parte del mundo era considerada y tratada como anacrónica, violenta, antidemocrática o terrorista. Como sucedió con Fidel en Cuba, el Subcomandante Marcos en México, Ortega en Nicaragua, Zelaya en Honduras, Chávez en Venezuela, Evo en Bolivia y Lula en Brasil.
Pero el mundo está cambiando. El contexto geopolítico nos presenta una nueva oportunidad para impulsarnos a emprender un proyecto de soberanía política, independencia económica y justicia social. Nuestra Patria Grande, por su abundancia de recursos y posibilidades, está mejor con el desarrollo industrial endógeno y asociado, que con la competencia y los mercados globales. El camino del crecimiento autónomo no puede ser el del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, todas las instituciones imperialistas, golpistas y asesinas de nuestros Pueblos.
Tenemos que buscar nuestro propio camino para construir un futuro diferente.
* Rodolfo Pablo Treber es analista económico del Banco Central de Argentina. También es secretario político del grupo Social 21 La Tendencia y colaborador de PIA Global.