Al comenzar el siglo XIX Cananea era apenas un pueblo en el estado de Sonora, límite de México con los Estados Unidos, con apenas mil habitantes. Seis años después, y tras la instalación de la mina de cobre Cananea Consolidated Copper Company, el pueblo contaba con 22 mil habitantes, de los cuales 7.500 trabajaban para William Greene, el dueño de la mina, apodado por el New York Times como “El Rey Americano del Cobre”.
De esos trabajadores el 10 por ciento eran norteamericanos, el resto mexicanos. Los nacionales percibían tres pesos diarios y los gringos siete. Si los mexicanos trabajaban de diez a doce horas diarias, los yanquis sólo trabajaban siete u ocho horas. Los niveles de explotación de la mano de obra mexicana se incrementaban cotidianamente, mientras las ganancias que se llevaba Greene lo convertían en uno de los hombres más ricos del planeta.
Por motivo de un “ajuste” que la empresa dispuso, el 1 de junio de 1906 se declaró la huelga. Un comité del Partido Liberal Mexicano fue quien lideró las acciones. Los hermanos Flores Magón, liberales primero y luego convertidos al anarquismo, desde el exilio, llevaban a cabo un despliegue de acciones para terminar con la dictadura de Porfirio Díaz. Ellos fueron los responsables intelectuales de la huelga minera.
Greene apeló a su poder para enviar a reprimir a los obreros. Fueron las fuerzas de seguridad del gobernador títere de Sonora, más los norteamericanos empleados de la mina, quienes llevaron a cabo la masacre de trabajadores mexicanos. Cerca de 30 mineros murieron en la represión.
«Sigamos fomentando el capital americano, si es que ya no queremos ser mexicanos; veamos impasibles la invasión yanqui a nuestro territorio, si es que nos conformamos con ser vasallos de un soberano extranjero, si en nuestras venas ya no corre aquella sangre con que los héroes escribieron sus nombres en la historia”, escribía Ricardo Flores Magón.
La huelga de Cananea, fue un antecedente de la Revolución Mexicana, que ya estaba por desatarse apenas cuatro años después.