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26/05/22
25/5/1809 | La insurrección de Chuquisaca
Por Fernando Bossi Rojas

En 1809, cuando Chuquisaca inicia su alzamiento contra las autoridades españolas, todavía no habían pasado 30 años del levantamiento aymara de los Katari. El recuerdo de la guerra de liberación indígena, como también de la tremenda represión desatada, dejaba grabada en la mente de los pobladores de la región la imagen de los miles de indios sublevados que había echo tambalear el poder colonial. Tomás Katari, Nicolás y Dámaso Katari, Tupac Amaru y Micaela Bastidas, Tupac Katari y Bartolina Sisa serían los conductores de la más grande insurrección anticolonialista y antiesclavista de la época.

Desde el sur de la actual Colombia, hasta el norte de las actuales Argentina y Chile se extendió el levantamiento. Algunos blancos y no pocos mestizos se sumaron a la gesta emancipadora. Los pueblos originarios, habían levantado su voz y sus reclamos, de ahí en más fue imposible ignorar su presencia.

“Allende los mares”, la España peninsular también era territorio de convulsionadas luchas. La nobleza parasitaria, consolidada en el siglo XVI tras aplastar a sangre y fuego a las Hermandades de Valencia y a las Comunidades de Castilla, y pese a la reforma de los Borbones, había impedido el desarrollo de esa nueva clase burguesa que emergía en otros países de Europa sobre las ruinas del poder feudal. Mientras en Francia, Inglaterra y Holanda se expandía la producción manufacturera y la máquina a vapor revolucionaba la producción, en España las riquezas saqueadas de la América colonial iban a parar en manos de los grandes banqueros y prestamistas extranjeros, así como para sostener la casta de zánganos que constituían la corte del rey, los terratenientes feudales y la Iglesia. La plata y el oro de América impulsaron el capitalismo y aceleraron las contradicciones entre las noblezas feudales y la burguesía naciente de toda Europa, menos en España.

En 1808 Napoleón invadió la península para someter a Portugal, aliada de Inglaterra. Las tropas francesas depusieron al rey y coronaron a José I, hermano del “Gran Corzo”. La nobleza española, aunque temerosa de las “ideas revolucionarias” importadas de Francia, se aliaron inmediatamente a los invasores. El pueblo español, fundamentalmente los sectores más pobres de la población, iniciaron una tenaz resistencia al ejército francés. La heroica guerra popular, testimoniadas magistralmente en los grabados de Goya, impulsará, conjuntamente con la guerra de liberación, las demandas democráticas liberales que tanto reclamaba el pueblo y que hasta el momento les habían sido negadas. Los liberales españoles, al luchar contra las tropas napoleónicas luchaban también contra los abusos y atropellos de las clases dominantes españolas. El pueblo español creyó que con Fernando VII, “El Deseado”, se abriría la posibilidad de desterrar la “España Negra” de monjes, terratenientes y cortesanos, y avanzar hacia una España más democrática y acorde a los tiempos revolucionarios que vivía el resto de Europa. Pero sabemos que esto no pasó, y que una vez expulsado el invasor francés, Fernando VII y la nobleza española desecharon la Constitución liberal de 1812, reprimieron a las fuerzas populares de tendencia liberal-democrática y restauraron el orden contrarrevolucionario. Todos estos acontecimientos repercutieron enormemente en América.

Es en este contexto en que se produjo el levantamiento de Chuquisaca de 1809. Ni Carlos IV, ni Fernando VII gobernaban España. Estando ambos presos –en “cárcel de oro”–, se enarboló el argumento de que las colonias americanas no eran pertenencia de España, sino del Rey de España, y estando éste imposibilitado de gobernar, quedaba roto el vínculo de dependencia, y con ello los americanos quedaban libres de elegir su propio gobierno. Este argumento fue conocido luego como el “Silogismo Altoperuano de Charcas”.

Vale decir, que la sublevación de Chuquisaca parte de una premisa demoliberal de reivindicación política: caducado el poder del rey la soberanía vuelve al pueblo y es él quien decide su gobierno. Desde la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Javier, las doctrinas revolucionarias de la época se expandieron a través de los jóvenes criollos liberales, como así también de algunos peninsulares adherentes al pensamiento progresista.

Entre los insurrectos circulaban diferentes documentos, algunos más moderados y otras más radicales. Tal vez uno de aquellos que más impactaron fue el redactado por el tucumano Bernardo Monteagudo, “Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII en los Campos Elíseos”. En su texto se lee: «Habitantes del Perú: si desnaturalizados e insensibles habéis mirado hasta el día con semblante tranquilo y sereno la desolación e infortunio de vuestra desgraciada patria, despertad ya del penoso letargo en que habéis estado sumergidos. Desaparezca la penosa y funesta noche de la usurpación, y amanezca luminoso y claro el día de la libertad. Quebrantad las terribles cadenas de la esclavitud y empezad a disfrutar de los deliciosos encantos de la independencia. Vuestra causa es justa, equitativos vuestros designios. Reuníos, pues, corred a dar ripio a la grande obra de vivir independientes.». Monteagudo fue uno de los revolucionarios que comenzó sus primeras luchas allí precisamente, en Chuquisaca, acompañando en sus años de labor patriótica tanto a San Martín como al Libertador Bolívar. En este fragmento se deja en claro que, si bien los insurrectos comenzaron jurando fidelidad a Fernando VII, en el fragor de la lucha se tornarán independentistas, anticolonialistas y demo-liberales, con profundas convicciones sociales. El “mulato” Monteagudo, como los “chapetones” lo llamaban, era hijo de labriegos y uno de los representantes más genuinos del jacobinismo criollo.

La sublevación de Chuquisaca fue llevada adelante por criollos y mestizos fundamentalmente; pero la impronta de reivindicación indígena aparece de diferentes maneras. El texto del “Diálogo…”, es precisamente entre Atahualpa, representante de la raza aborigen y el rey español, representante de los opresores. Tanto el bajo clero, como los jóvenes estudiantes y egresados de la Universidad, los artesanos y pequeños comerciantes, los agricultores y un sector de militares apoyaron la insurrección desde un primer momento. Depuesta la autoridad colonial, los revolucionarios enviaron delegados a las diferentes localidades de la región para expandir la lucha. A los pocos días estalla la insurrección en La Paz, donde se constituyó la Junta Tuitiva y se declaró roto el vínculo con España.

Muchos fueron los héroes y heroínas en las jornadas chuquisaquenses: Jaime y Manuel Zudáñez, Bernardo Monteagudo, Juan Manuel y José Joaquín Lemoine, Mariano Michel, Juan Manuel Mercado, José Sibilat, José Patricio Malavia, entre tantos otros. Pero fue el pueblo el principal protagonista, quien salió a las calles e impusó su razón ante los cabildeos de aquellos que se debatían entre la monarquía en manos de José I, Fernando VII o su hermana Carlota. El mensaje de los patriotas fue claro: la soberanía reside en el pueblo y es él quien gobierna.

Lamentablemente ni la insurrección de Chuquisaca ni la de La Paz prosperaron. Los colonialistas prontamente reprimieron ambos hechos con sus habituales métodos: pena capital para los cabecillas, cárcel y destierro para el resto. No obstante, como lo señaló Pedro Domingo Murillo, líder de la insurrección en La Paz, antes de ser ahorcado: “La tea que dejo encendida, nadie la apagará ¡viva la libertad!”.

La guerra por la independencia de nuestra América se expandió por todo el continente. Del Altoperú saltará a Quito, luego a Caracas, después a Buenos Aires; a Santiago, a Bogotá; Hidalgo y Morelos levantarán a los indios y campesinos de México, los hijos de la Universidad de Chuquisaca elaborarán el Plan de Operaciones en el Río de la Plata, la guerra de guerrillas escribirá con sangre la lucha heroica de los mestizos e indios altoperuanos, se elevarán las figuras de San Martín, Bolívar, Sucre…

Seguramente el levantamiento de Chuquisaca no fue el “Primer Grito de Libertad”, como la historia oficial, aquella escrita por las oligarquías criollas, nos enseñaron. Pero esa gesta anticolonialista y popular no debe quedar en el olvido, como tampoco la resistencia indígena o las luchas antiesclavistas y libertarias de los afrodescendientes americanos. No es cuestión de discutir cuál es primera o segunda, dónde comienza y cuáles son simplemente “antecedentes”. Lo que se trata es de saber que en Nuestra América hay un pueblo que ha luchado y lucha permanentemente por su liberación y que esta lucha siempre ha alcanzado sus momentos más brillantes cuando ha sabido unir las banderas independentistas con las banderas de la justicia social y la democracia popular. En esta línea se inscribe la insurrección de Chuquisaca.

Nada mejor para homenajear a los héroes y heroínas de esas luchas que comenzar a escribir la verdadera historia de los pueblos de Nuestra América.

Fuente:
Portal Alba

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