La mestiza Juana Azurduy nació cerca de Chuquisaca, en 1780. A los 25 años de edad contrajo matrimonio con Manuel Ascencio Padilla, joven hacendado que poseía una finca vecina a la de Juana. En los primeros cuatro años de casados nacerán cuatro hijos: Manuel, Mariano, Juliana y Mercedes. En 1809 estalla la insurrección patriota en Chuquisaca. Los republicanos contarán con el apoyo de la joven pareja que no dudará en sumarse al grito libertario. El Alto Perú volvía a arder.
La represión goda no tardó en verificarse. Manuel Ascencio entonces, buscó refugio con los indígenas para organizar la resistencia popular. Junto a él, Juana y sus cuatro hijos. Sus bienes fueron confiscados y todas sus propiedades pasaron a manos de los realistas. Manuel y Juana como soldados de la independencia participaron en diferentes batallas y mil escaramuzas. Los “tablacasacas”, nombre que se les daba a los soldados colonialistas, cayeron por centenares ante las piedras, las flechas y las pocas balas con que contaban los guerrilleros.
El general Manuel Belgrano no dudó en nombrar a Juana teniente coronela. También le obsequió su espada en virtud de su condición de guerrera, patriota y revolucionaria. Los nombres de Manuel y Juana recorrerán el Alto Perú ganándose el odio de los colonialistas y el amor del pueblo.
En la guerra Juana lloró la muerte de sus cuatro pequeños hijos y parió, en medio de la batalla, a su quinta niña, Luisa. La madre, comandante de las partidas guerrilleras de La Laguna, tuvo que separarse de su hija y darla en adopción a personas de su estricta confianza. No quería que Luisa siguiera la suerte de sus hermanos.
La lucha fue encarnizada. La crueldad de los colonialistas se acrecentó ante cada golpe de los guerrilleros. El año 1816 será terrible para los patriotas. Sin recursos, prácticamente sin armas y frente a una tierra arrasada, el comandante Padilla es sorprendido y ejecutado. Su cabeza lució en la punta de una lanza en la plaza central de La Laguna. Juana, en una heroica acción militar, la rescatará para darle cristiana sepultura.
Juana Azurduy siguió combatiendo. Con sus guerrilleros primero y luego bajo el mando del general Martín Miguel de Güemes en Salta. Terminada la guerra regresó a Chuquisaca. Su hija Luisa se casó y no volvió más a verla. Sola quedó con un sobrino, pobre y olvidada. Bolívar la visitó en su rancho. El Libertador le concedió una pensión vitalicia que fue recibida solo por tres años. La oligarquía boliviana se la suspendió después de echar a Sucre de la presidencia. Murió el 25 de mayo de 1862 y fue enterrada en una fosa común.
El gobierno de Cristina Kirchner, en un acto de justicia, la nombró Generala del Ejército Argentino. El comandante Chávez, en uno de sus últimos viajes a Buenos Aires, frente al retrato de Juana Azurduy que está en la Casa Rosada, se cuadró y realizó el correspondiente saludo militar.