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22/09/21
Y hasta se dejan robar
Por Mariel García Carrillo

Decía el periodista polaco Richard Kapuscinski que en un conflicto siempre había tres tipos de actores por bando: los que estaban a favor de la solución diplomática, los que estaban a favor de la resolución armada y quienes asumían una actitud colaboracionista con el enemigo a cambio de ciertas prebendas que mejoraban su existencia en medio de un escenario de pelea. Lo decía en sus reportajes sobre el conflicto palestino-israelí pero aclaraba que se veía en cualquier guerra. Sobre este último grupo -el de los colaboracionistas- se suscitan los mas profundos desprecios, especialmente de parte de quienes valoran el bien colectivo por sobre el bien individual, o entre aquellos cuya auto definición política e ideológica es mucho más clara y vehemente.

Si bien la situación de confrontación de dos modelos en Venezuela no califica como una guerra tradicional a la que hacía referencia el polaco, sí es cierto que podemos encontrar a esos actores nacionales que adoptan una posición colaboracionista, una oposición de tan bajo nivel que no constituye en sí misma “el otro bando” de un conflicto, sino mas bien una representación, una suerte de sucursal de tercer orden subordinada a una casa matriz cuyos dueños si son el verdadero adversario.

Para muestra un botón: Leopoldo López, líder de Voluntad Popular y una de las caras mas reconocidas de la oposición de derecha, se reunió en Madrid con el presidente de Colombia, Iván Duque, para “coordinar” acciones contra la “dictadura” venezolana. En el ejemplo, Duque, como cabeza de un narcoestado que es el mimado centro de operaciones de EEUU para aplicar sus políticas regionales, funge como gerente regional, mientras que Leopoldo quedaría básicamente como el aspirante a gerente, ya que es incapaz de recuperar la tienda que perdieron a manos de los trabajadores; es decir, Leíto sueña con ser Duque, pero ni a eso llega. Está por debajo del de abajo, y encima le recibe órdenes.

Hacer “junta” con la oligarquía colombiana era solo la guinda de la torta de la extrema derecha opositora, que ni siquiera se sonroja al dejarse robar Monómeros, y es esa la dirigencia con la que cuenta la población opositora en Venezuela, una que mal asalta y prefiere dejarse asaltar por extranjeros, antes que intentar diseñar un proyecto de país acorde a su ideología, ya que eso implicaría trabajar, y eso no parece estar en sus planes de vida.

El llamado G4, en su arrogante desconocimiento de la naturaleza rebelde del pueblo venezolano, insiste en presentarse como el “cambio”, como la única opción a una “terrible dictadura” por la que votaron millones de personas sin siquiera ser capaces de ofrecer a la gente una propuesta con contenido programático, es más, sin ser capaces de disfrazar y vender como propio y nacional el programa del gran capital para un país como Venezuela, proveedor de materias primas y recursos vitales, con una propaganda de “inversiones”, “desarrollo” y “progreso”. No. No han podido pasar de una desesperada “salida” y de dejar en evidencia la subordinación rastrera ya no solo a los dueños del mundo, sino al vecino que te desprecia y que aspira a manejar los recursos que la providencia puso en esta tierra de gracia. Por eso es que, al final del día, la gente los desprecia, porque no está en alma de este pueblo andar recibiendo órdenes ni trabajando para otros.

Fuente:
Ciudad CCS

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