«Tenemos una historia fuerte que debemos encarnar y utilizar como guía hacia el futuro. Necesitamos volver a encontrarnos, levantar las banderas históricas que se encuentran tiradas en el suelo y atrevernos a transitar el sendero hacia la grandeza de la Patria y felicidad de nuestro Pueblo.»
La decadencia argentina, desde 1976 a la fecha, tiene como consecuencia material, física, visible, la desindustrialización del país y la constante pérdida de trabajo formal en la población activa. Sin lugar a dudas, el objetivo de aquella dictadura militar fue iniciar ese proceso y dejar atrás una Argentina productiva, de economía mixta y pujante con movilidad social ascendente, en pos de volver a instaurar el viejo modelo agroexportador en beneficio de unos pocos aliados a, y financiados por, intereses extranjeros.
Sendero descendente que la Patria transitó a pesar del retorno de la democracia, con escasos y parciales intentos de enfrentar el conflicto y llevar adelante un verdadero cambio que transforme esta matriz económica injusta y desigual.
Los datos históricos de empleo formal son clara muestra de esta realidad: mientras que la Argentina gozaba de un marco de pleno empleo para los años 74-75, la parálisis industrial del 76 más la apertura indiscriminada de importaciones produjo una brutal pérdida del poder adquisitivo de la masa trabajadora y llevó el desempleo al 4,6% para el año 1983.
Luego, en el retorno de la democracia con Alfonsín, el plan económico de Grinspun buscó recomponer la situación, pero no persistió en el tiempo dada la tensión política existente y continuó la decadencia de la mano de su reemplazo Sourrouille. Así las cosas, para el año 1989, la desocupación alcanzaba el 7,7%.
La nefasta década del 90, mediante privatizaciones masivas que corrieron al Estado del control y regulación de los sectores estratégicos de la economía, sirvió como consolidación y profundización del modelo colonial dejando un país dependiente a una moneda extranjera y con nula soberanía en su comercio exterior dominado totalmente por el capital transnacional. Esto se vio claramente reflejado en las estadísticas de empleo, y en las calles, dado que la crisis social, que explotó a fines del 2001 con de la Rúa como presidente, tenía al 29% de la población desocupada (20% desempleo y 9% entre subocupados y asignaciones sociales).
Luego, de la mano de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, la economía y el trabajo se recuperaron significativamente, aunque sin revertir las bases estructurales de la matriz económica agro exportadora y dependiente de manufacturas externas (comercio exterior, sistema financiero, logística y comunicaciones en manos privadas). Por ese motivo, y luego de gobernar 12 años, la población desocupada seguía mostrando índices inaceptables con un 19% (7% desempleo y 12% entre subocupados y asignaciones sociales).
Sin lugar a dudas, el gobierno de Macri fue la continuación de las políticas liberales del 90. Durante sus cuatro años de mandato se destruyeron miles de pymes y se profundizó la dependencia económica mediante la toma de una exorbitante deuda externa, aumentando a 23% la cantidad de argentinos sin empleo y achicando, a valores históricos, el poder adquisitivo del salario.
Pero lo más angustiante no son los datos anteriormente citados, sino la falta de reacción política que mostramos como pueblo para torcer el rumbo de la historia a nuestro favor. Lo peor es la naturalización de la injusticia, la indiferencia por aquel que sufre, el desamor, el posibilismo como acción política, la resignación a lo menos malo.
La mencionada inmovilidad solo se entiende si somos conscientes de que, en paralelo a este daño físico, material y claramente visible del desempleo, se dio otro de orden espiritual, inmaterial e invisible de mayor profundidad: la fragmentación y destrucción del tejido social.
Esta tarea se llevó a cabo mediante la construcción de un enorme y globalizado aparato de dominación, que incluye medios de comunicación masivos, y falsas redes sociales, destinado a dividir a la sociedad a través de la implementación de discusiones coyunturales que buscan aturdir y confundir al pueblo con el objetivo de evitar cualquier posibilidad de consciencia y orientación colectiva. También, con el necesario aporte, y complicidad, de una clase acomodada de dirigentes que banalizó al extremo la discusión política e invisibilizó los temas estratégicos en el debate público.
Así, siembran día a día el descreimiento y la desconfianza en la política como herramienta de cambio, y el egoísmo y la violencia como ordenadores de la sociedad. El caos planificado y la competencia extrema reinante, imposibilitan la comunión popular detrás de la causa nacional; que es, ni más ni menos, volver a la Argentina industrial, soberana políticamente, independiente económicamente y justa socialmente.
De esa manera, el siglo XXI nos encontró, y nos sigue encontrando, divididos y dominados.
Por eso, nuestro deseo más grande es que comience el necesario reencuentro de todos los argentinos. Que evitemos caer en la trampa de la división y enfrentamiento entre hermanos que nos propone el sistema, nos miremos a los ojos, escuchemos, luego hablemos, y finalmente comprendamos que no es posible una salida individual. Que todo lo que el capitalismo logró destruir lo hizo dividiéndonos; y todo lo que deseamos construir lo lograremos haciendo lo contrario. Que, al egoísmo acumulador, a la indiferencia por el que sufre, y al individualismo capitalista lo debemos vencer con amor, trabajo, hermandad y solidaridad argentina.
Debemos unirnos detrás de una causa común, la misma por la que lucharon miles de compatriotas en diferentes épocas y circunstancias a pesar de sus distintos orígenes. Volver a reconocernos orgullosamente argentinos y antiimperialistas. Hijos de San Martín, liberador de Argentina, Chile y Perú, sin apropiarse de ninguno de los tres. Hijos de Rosas, enfrentando al imperio anglo francés en Vuelta de Obligado, en el primer antecedente americano de nacionalización del comercio exterior. Hijos de Yrigoyen y Mosconi, desafiando a las potencias de los combustibles, erigiendo la primera petrolera estatal del mundo y sosteniendo esa voluntad de unir a la Patria Grande, a partir de la industria estatal, llevando la matriz de YPF Argentina a ANCAP en Uruguay, Petrobras en Brasil, Pemex en México, YPFB en Bolivia. Hijos de un Perón iconoclasta que, aplicando tanto los planes quinquenales de la Rusia soviética como los cursos de formación profesional acelerada de la Alemania derrotada, supo instalar un modelo económico con justicia social que sigue vigente, y sirve de ejemplo, hasta estos días. Hijos de Evita, el Che, Gardel, Fangio, Favaloro, Maradona y muchos más, que, cada uno desde lugares y con formas muy distintas, fueron demostración de grandeza y universalismo argentino.
Tenemos una historia fuerte que debemos encarnar y utilizar como guía hacia el futuro. Necesitamos volver a encontrarnos, levantar las banderas históricas que se encuentran tiradas en el suelo y atrevernos a transitar el sendero hacia la grandeza de la Patria y felicidad de nuestro Pueblo.
*Analista económico, trabajador del B.C.R.A. Militante por la liberación nacional