En enero de 2022 se cumplieron 21 años de la dolarización de la economía salvadoreña, proceso que inició en enero de 2001, durante el Gobierno presidido por Francisco Flores (1999-2004), del partido de derecha Alianza Republicana Nacionalista (ARENA).
Para dolarizar la economía, la Asamblea Legislativa aprobó con los votos de los diputados y diputadas de derecha la Ley de Integración Monetaria, que convirtió al dólar en moneda de curso legal, junto al colón, la moneda nacional. La ley obligó a los bancos comerciales a entregarles los colones al Banco Central de Reserva (BCR), a cambio de dólares y a razón de 8.75 colones por 1 dólar.
Para asegurar que solo el dólar circulara, se modificó la Ley Orgánica del BCR en el sentido de prohibirle la emisión de colones. Como los colones no pueden salir de las bóvedas del BCR, la economía terminó totalmente dolarizada. El colón es “moneda de curso legal” pero no puede circular.
Este documento analiza sobre todo el período 2001-2019, pues los años 2020-2022 están marcados por la crisis generada por el COVID-10 y por factores externos. La inflación, por ejemplo, que es muy alta desde 2021, no responde a un patrón histórico ni al sistema monetario nacional. Tampoco la caída del PIB de 2020 ni su notable repunte en 2022.
1. Las promesas del Gobierno
Según el Gobierno, la dolarización permitiría bajar las tasas de interés bancarias, reducir la inflación, promover la inversión extranjera, elevar la producción nacional y generar empleo.
a) Tasas de interés
Antes de la dolarización, la tasa de interés activa, que es la que cobraban los bancos por sus préstamos, variaba entre 15% y 20%, según fuera el tipo de crédito (destino, monto, plazo de pago) y el tipo de cliente. Cuando inició la dolarización los bancos redujeron el interés hasta un 7% y 11%, pues ya no tenían el riesgo de devaluación de la moneda nacional.
La reducción de los intereses mejoró los ingresos de la población endeudada con la banca, integrada por estratos medios y altos, cuyos pagos mensuales bajaron. También aumentaron los créditos personales, de un 5% a un 35% del crédito total de la banca en los años 2000-2019[1]. En la actualidad, el interés activo es de 6.12% para los préstamos de hasta un año y 11.40% para los de más de un año[2]. O sea, se mantienen en los niveles de 2001.
Pero como también disminuyó la tasa de interés la pasiva, la que pagan los bancos por los depósitos que reciben, se afectaron los ingresos de quienes tenían ahorros. Por lo tanto, el recorte de los intereses tuvo un efecto casi nulo sobre la población con acceso a servicios financieros.
La baja de los intereses favoreció principalmente a las grandes empresas, que captan alrededor del 70% de los créditos destinados al sector empresarial. Las micro y pequeñas empresas, que representan el 99% de todas las empresas del país, continuaron marginadas del crédito. O sea, que el recorte de los intereses benefició sobre todo al gran capital, que, como veremos más adelante, si bien expandir sus inversiones en el país, también fugó una gran cantidad de recursos hacia el exterior, sobre todo hacia los demás países de Centroamérica.
b) Inflación
Antes de la dolarización, la inflación era baja, de 3.4% promedio en los años 1996-2000 (ver cuadro 1). La estabilidad de precios (inflación menor a dos dígitos) era el resultado de la estabilidad monetaria y cambiaria de la economía (el tipo de cambio fue de 8.75 colones por un dólar en los años 1992-2000) y del repunte de las importaciones, las cuales crecieron 163% entre 1991 y 1999[3] y permitieron complementar la escasa oferta interna. Además, las importaciones eran baratas, debido a la estabilidad cambiaria y la reducción de aranceles, de un techo de 230% en 1989 a 15% en el año 2000.
En una economía tan abierta como la salvadoreña, cuyo comercio exterior equivale al 77% del PIB y las importaciones al 48%[4], anclar definitivamente el tipo de cambio (dolarización) significaba reforzar la estabilidad de precios y monetaria lograda cinco años antes de la medida, resultado de un nivel de liquidez acorde con la actividad productiva.
En los primeros diez años de la dolarización (2001-2010) la tasa inflación fue igual a la del quinquenio anterior. En los años 2011-2015 y 2016-19 disminuyó un poco pero no por la dolarización, sino por la estabilidad monetaria.
La dolarización no contribuyó a bajar la inflación pero sí a que ésta siguiera estable, pues al no haber devaluación no se encarezcan mucho las importaciones de bienes de consumo ni de los medios de producción que requiere el aparato productivo. La alta inflación de 2021 y 2022 se debe a factores externos.
Cuadro 1. El Salvador: Inflación 2000-2019
Años | Tasa de inflación |
1996-2000 | 3.4% |
2001-2005 | 3.3% |
2006-2010 | 3.4% |
2011-2015 | 2.0% |
2016-2019 | 0.5% |
base a las revistas trimestrales BCR
Ahora bien, la dolarización afectó el poder adquisitivo de la población con ingresos bajos y fijos, pues el redondeo de precios se hizo hacia arriba. Por ejemplo, un producto que costaba 25 colones pasó a costar 3 dólares, que al tipo de cambio de 8.75 equivalía a 26 colones con 25 centavos.
c) Inversión extranjera
El Gobierno aseguró que la inversión extranjera crecería porque no habría riesgo de devaluación y porque las empresas ganarían en dólares. El gráfico 1 muestra que entre 2001-2006 la inversión extranjera tuvo escasos ascensos y bruscos descensos y no alcanzó ni la mitad del valor de 1998, cuando llegó a US$1,098 millones, sobre todo porque el capital extranjero compró la mayor parte de las empresas de telefonía y energía eléctrica privatizadas.
En los años 2007 y 2008 la inversión extranjera creció porque los empresarios nacionales les vendieron a los extranjeros los bancos, los negocios de tarjetas de crédito, las empresas de seguro y las Administradoras de Fondos de Pensiones, AFP. En el 2007, la inversión extranjera fue de US$1,455 millones, el 80% de los cuales (US$1,167 millones) se colocó en el sector financiero. En el 2008 fue de US$824 millones, el 45% de los cuales (US$370 millones) se destinaron al sistema financiero. En otras palabras, en esos dos años de crecimiento de la inversión, los empresarios extranjeros llegaron a comprar negocios, no a crear empresas nuevas. En el 2009, la inversión cayó a US$366 millones, casi el nivel del año 2000, previo a la dolarización. Y los años 2010-2019, tuvo un promedio de US$404 millones, un monto muy bajo[5]. No hacemos referencia al 2020 porque fue un año de crisis económica a escala mundial.
Gráfico 1. El Salvador: Inversión extranjera directa 1997-2009

El escaso flujo de inversión se debe principalmente a la poca expansión del medio circulante y de la demanda interna. El circulante creció mucho en los años 1991-95, cuando también se expandió el PIB (ver cuadro 3). En los años 1996-2000, el circulante y el PIB crecieron a tasas muy bajas porque se aplicó una política de contención del crédito, vía aumento del encaje legal, para frenar el crecimiento económico y las importaciones y acumular reservas monetarias para la dolarización que se estaba fraguando.
Como la dolarización suprimió casi toda la política monetaria, pues el BCR perdió la facultad de emitir dinero y solo maneja una reserva de liquidez, el medio circulante crece poco (ver cuadro 3).
En 2006, cuando la dolarización llevaba seis años, El Salvador se convirtió en el país de Centroamérica con menos inversión extranjera, por debajo de Nicaragua, que ocupaba el último lugar. Desde entonces se disputa con Nicaragua el último puesto, a pesar de que El Salvador tiene un PIB dos veces mayor que el de Nicaragua.
Muchos estudios plantean que las principales causas de la baja inversión extranjera son la poca productividad de la mano de obra, el alto costo de la energía la mala infraestructura, y la delincuencia. Las primeras de esas causas no son reales. El Salvador tiene la segunda mano de obra más productiva, un costo energético que ronda el promedio regional y una buena infraestructura física. También tiene la menor inflación y la menor tasa de interés activa. Y a pesar de esos atractivos, ocupa los últimos lugares en inversión extranjera.
La delincuencia es una realidad en el país pero no ha sido mayor que en Honduras y Guatemala, donde hay más inversión extranjera, incluyendo la de los oligarcas salvadoreños, que poseen en esos países grandes empresas de servicios, sobre todo comerciales. De manera que el asunto de la delincuencia no tiene un impacto mecánico en la inversión extranjera. En todo caso, si esas fueran las causas de la poca inversión, ninguna se superaría con la dolarización.
Pero hay una variable que casi no se aborda al momento de analizar la escasa inversión extranjera y el bajo crecimiento económico. Se trata de la demanda interna, cuya expansión es muy limitada debido a los bajos salarios y pensiones, a la desigualdad en la distribución del ingreso y a la restricción monetaria que se inició en la segunda mitad de los años noventa y se acentuó con la pérdida de política monetaria ocasionada por la dolarización. Mientras Costa Rica y Nicaragua duplican el circulante cada 9 o 10 años, El Salvador lo duplica cada 16 años.
Cuadro 2. Centroamérica: Inversión extranjera directa 2019
Países | Millones de US$ | Participación |
Costa Rica | 2,719 | 47% |
Guatemala | 975 | 17% |
Honduras | 947 | 16% |
El Salvador | 636 | 11% |
Nicaragua | 503 | 9% |
Total | 5,780 | 100% |
Año 2021
d) Producción nacional
La dolarización provocó una reducción de los intereses pero no estimuló la inversión extranjera, a pesar de que coincidió con los TLC, que le otorgan facilidades a dicha inversión, como el trato nacional, el libre uso de materias primas, la libre repatriación de utilidades, la participación en las compras públicas, entre otras. Como el mercado interno se mantuvo estrecho, sobre todo por los escasos salarios y la alta concentración del ingreso, y el circulante creció menos, la inversión privada nacional no se expandió. El resultado de la poca inversión fue un crecimiento económico menor que antes de la dolarización.
El mayor poder de compra de la población que recibe créditos (resultado de la reducción de las cuotas de sus créditos) no fue suficiente para que los grandes empresarios volcaran sus inversiones hacia el mercado local. Al contrario, la inversión de capitales salvadoreños en el exterior se acrecentó después de la dolarización. Las remesas se multiplicaron por tres en los últimos 20 años y le dan una cierta capacidad de consumo al 20% de los hogares, pero a la par de su crecimiento también se expandieron las importaciones, que cubren una parte cada vez mayor del consumo interno, en detrimento de la producción nacional. No es casual que en entre los años 2000 y 2019, el aporte de la industria al PIB cayera de 23% a 16% y el del agro descendiera de 17% a 6%.
Cuadro 3. Evolución del medio circulante y el PIB
Años | Variación Medio circulante | Variación PIB |
1991-1995 | 24% | 6.2% |
1996-2000 | 6% | 3.1% |
2001-2005 | 3% | 2.9% |
2006-2010 | 6% | 1.7% |
2011-2015 | 5% | 2.6% |
2016-2019 | 7% | 2.4% |
e) Empleo
La tasa de desempleo abierto se ha mantenido igual que antes de la dolarización. La tasa no es elevada, debido sobre todo al fuerte flujo migratorio que tiene el país. Pero si al desempleo se le suma el subempleo, la tasa global de desocupación andaría por el 60%, antes y después de la dolarización[6].
El poco dinamismo de la inversión y la producción impiden que el aparato productivo nacional absorba la mayor parte de la población que se incorpora cada año al mercado laboral. La evolución del empleo no está determinada por la dolarización.
Cuadro 4. El Salvador: desempleo abierto
Años | Tasa de desempleo |
2000 | 7.0% |
2005 | 7.2% |
2009 | 7.3% |
2015 | 7.0% |
2019 | 7.0% |
2) Las verdaderas razones de la dolarización
Si la dolarización no procuraba reducir la inflación, que ya era muy baja, ni estabilizar el tipo de cambio, que tenía ocho años estable, ni fomentar la inversión extranjera, ni la producción ni el empleo, como dijo el Gobierno ¿qué se buscaba entonces con este régimen cambiario? El propósito esencial fue ponerle fin a ocho años de controversias alrededor del tipo de cambio y fortalecer el carácter importador y financiero de la economía.
En la década del noventa del siglo pasado, la economía salvadoreña pasó de la agroexportación tradicional (café y algodón), agotada durante la guerra de 1981-1992, a un modelo de servicios comerciales y financieros sustentado principalmente en las remesas familiares. El café, cuyas exportaciones en 1980 habían proporcionado US$615 millones, para 1989 apenas generaron US$229 millones. La exportaciones de algodón pasaron de US$85 millones a menos de un millón (US$700 mil) en los mismos años[7]. En 1980 ambos productos generaban el 65% de las divisas provenientes de la exportación de bienes y en 1989 sólo aportaron el 41%, a pesar de que las exportaciones totales de ese año eran inferiores a las de 1980 en US$518 millones[8]. En 1989, las remesas fueron de US$266 millones[9] (21 veces el valor de 1980), sin incluir las que se movían en el mercado ilegal, y superaban el total de las exportaciones de café y algodón. El aporte del café y el algodón al fisco cayó del 28% al 5%[10]. Y el empleo en ambos cultivos se redujo 70%[11].
En 1983, cuando la guerra ya golpeaba a la agroexportación, la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES) planteó la necesidad de crear un modelo de exportaciones industriales, para lo cual proponía, entre otras medidas, devaluar la moneda. FUSADES fue creada por la oligarquía, que tenía en el partido ARENA su principal fuerza política. Sin embargo, cuando ese partido llegó al poder, en 1989, el presidente Alfredo Cristiani (1989-94) favoreció principalmente al comercio interno y al comercio importador, al recortar aranceles y anclar el tipo de cambio en 8.75 por un dólar.
Lo mismo hicieron los siguientes Gobiernos del mismo partido. Cristiani reducir los aranceles de un techo de 230% a 20%, con algunas exenciones. El Gobierno presidido por Armando Calderón Sol, (1994-1999) lo redujo a 15%. Y como las remesas se expandieron tras el fin de la guerra, las reservas monetarias se elevaron hasta cubrir seis meses de importaciones. También amentaron las donaciones para financiar la reconstrucción de la post guerra. La abundancia de divisas, la estabilidad cambiaria de ocho años y la drástica reducción de aranceles condujeron al aumento de las importaciones.
Esa política fue acompañada de 11 medidas negativas para la pequeña y mediana producción campesina, como la liberación y encarecimiento de los insumos, la eliminación de precios de garantía de los productos, tras el cierre del Instituto Regulador de Abastecimiento, la reducción del apoyo técnico, entre otras. La producción agropecuaria para el mercado interno cayó 17% en los años noventa[12] y las importaciones cubrieron el déficit de producción. El daño al agro disparó la emigración y las remesas. En los años ochenta se fueron del país 127,450 personas[13] y para el año 2000 había más de dos millones de emigrantes.
En los años 1990-2000 las importaciones crecieron en US$3,177 millones (de US$1,770 millones a US$4,947 millones); las exportaciones crecieron en US$2,101 millones y el déficit comercial casi se duplicó, al pasar de US$840 millones a US$2,941 millones[14]. El creciente desequilibrio comercial se cubrió sobre todo con remesas familiares y préstamos, cuyos montos eran tan elevados que hasta permitían que la balanza de pagos tuviera superávit y que aumentaran las reservas monetarias, de US$260 millones en 1990 a casi US$2,000 millones en el 2000[15]. Las remesas crecían estimuladas por la emigración, que se acrecentó debido al daño a la pequeña producción campesina, al desempleo, la criminalidad y otros factores.
Pero mientras la estabilidad cambiara beneficiaba a los importadores, también afectaba al sector exportador, cuyos costos subían por la inflación interna y cuyos ingresos en colones no aumentaban. La inflación promedio de los años 1992-2000 fue de 7.5%. No era excesiva. Incluso en el último quinquenio de esa década fue de 3.4%. Sin embargo, acumulada en esos años afectó la rentabilidad del sector exportador, carente de estímulo cambiario. Por eso, la Corporación de Exportadores de El Salvador (COEXPOR) afirmaba que el colón estaba sobrevaluado y reclamaba un tipo de cambio real (devaluación) para que sus productos no perdieran más competitividad en el mercado mundial.
El reclamo de COEXPOR tenía el respaldo de FUSADES y de algunas personalidades del mundo empresarial y académico. Incluso, en una propuesta económica presentada en agosto del año 2000, la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), que aglutina a los gremios de las grandes empresas, retomó la idea del modelo exportador, para lo cual se requería devaluar.
Como hemos visto, los Gobiernos de ARENA no atendieron el pedido de los exportadores. La economía salvadoreña de los años noventa no giró alrededor de ese sector, sino del comercio importador y del sistema financiero, que destinaba el 35% sus créditos hacia las actividades comerciales[16].
El Gobierno no devaluaba para no afectar a los importadores, quienes tendrían que vender más caros los bienes traídos del exterior y podrían bajar sus ventas. También procuraba evitar una espiral inflacionaria y el encarecimiento de la deuda externa en moneda nacional, lo que sería muy negativo para las finanzas públicas y para la banca privada, que durante los años noventa adquirió préstamos en el exterior a 9% de interés y los prestó en el país a 17% – 20%. Para el año 2000, el Gobierno destinaba casi el 15% de su presupuesto al pago de la deuda externa y la banca privada debía US$500 millones[17], una cifra muy elevada para el patrimonio de la banca. Una devaluación obligaría al Gobierno y a la banca a utilizar más colones para comprar dólares y pagar sus deudas.
Los gobiernos de ARENA pusieron énfasis en el control de la inflación, la estabilidad cambiaria y la acumulación de reservas monetarias, factores esenciales para fortalecer a la oligarquía importadora. O sea, sacrificaron el modelo exportador en aras de la estabilidad cambiaria y de precios, pues las remesas, los préstamos y la inversión extranjera (en algunos años) generaban suficientes divisas para financiar las importaciones, pagar la deuda externa y aumentar las reservas monetarias.
El principal instrumento para mantener la estabilidad cambiaria fue la política monetaria. Cuando había síntomas de que los precios subirían, BCR aumentaba el encaje legal, para controlar el crédito y restringir la demanda. Eso ocurrió en 1993, 1995 y 1996. Lo mismo hacía el BCR cuando el déficit comercial se expandía mucho y amenazaba con disminuir las reservas monetarias. En este caso el control del crédito tenía por finalidad moderar el crecimiento de la producción y, en consecuencia, de las importaciones, la mayoría de las cuales está vinculada al aparato productivo (materias primas y bienes de capital). Eso ocurrió en 1998 y 1999.
Para no dejar dudas sobre el rechazo del Gobierno a la demanda de los exportadores, el presidente Francisco Flores (1999-2004) dijo el día que tomó posesión (junio de 1999) que “…debemos plasmar y fijar en el ancla segura de nuestras leyes el marco jurídico que imposibilite manipulaciones cambiarias a favor de grupos y de intereses especiales. De esta manera evitaremos que en el futuro se puedan dar devaluaciones arbitrarias, que serían el más cruel atropello contra el ahorro y el patrimonio de los salvadoreños”. Ahí quedó claro lo que venía: dolarización.
Se puede asegurar, entonces, que la dolarización fue impuesta por la oligarquía importadora, que a su vez era dueña de los bancos privatizados por Cristiani en 1991, para ponerle fin a 8 años de controversias sobre el tipo de cambio. La dolarización también favoreció a los empresarios de otros países, sobre todo de Estados Unidos, que venden en El Salvador. La dolarización también facilitó la fuga de capitales que se veía haciendo desde finales de los años noventa. No es casual que entre los años 2001 y 2010 la oligarquía nacional sacara del país US$8,500 millones[18]. Desde entonces la fuga ha seguido creciendo.
Los exportadores quedaron con dificultades para defenderse en el mercado internacional, pues al no tener estímulos cambiarios debe competir sobre la base de la productividad. Si los vecinos de Centroamérica devalúan, el Gobierno tendría limitaciones para defender las exportaciones nacionales porque ya no cuenta con política cambiaria. No en vano el Presidente de COEXPOR, Mario Molina, dijo cuando el Gobierno anunció la dolarización: “Consideramos que formamos parte de los sectores perdedores con la aplicación de esta ley”[19]. Ese mismo día el señor Mauricio Samayoa, quien era Presidente de la Asociación de Banqueros Salvadoreños (ABANSA), expresó su “…respaldo a la decisión del Presidente de enviar a la Asamblea la propuesta de Ley de Integración Económica.”[20]
El cuadro 6 muestra que aunque las exportaciones siguieron creciendo, las importaciones aumentaron mucho más, lo mismo que la brecha comercial. Junto a la dolarización entraron en vigencia los del TLC con México (2001), Chile (2009), Estados Unidos (2006) y otros países, que reforzaron la lógica importadora de la economía.
Cuadro 6. El Salvador: Evolución del comercio (2000-2019)
Variables | Años | ||
2000 | 2009 | 2019 | |
Exportaciones de bienes (miles mill $) | 2,941 | 3,929 | 5,943 |
Importaciones de bienes (miles mill $) | 4,947 | 7,037 | 12,017 |
Saldo comercial (miles mill $) | -2,006 | -3,108 | -6,074 |
Para el año 2000, el grado de apertura de la economía (comercio exterior sobre PIB) era de 50%; las exportaciones representaban el 20% del PIB y las importaciones el 30%. En 2021, el grado de apertura fue de 84%, correspondiéndoles a las exportaciones el 29% y a las importaciones el 55%[21]. Esos datos muestran el poco desarrollo de la producción para el mercado interno y la enorme expansión de las importaciones durante ese período.
Al darse la dolarizacion, y junto a ello la eliminacion del reisgo cambiario, en un contexto de baja tasa de interes extranjera en comparacion con la nacional en los primeros años de la decada pasada se configuró un panorama que volvió más rentable para la banca nacional obtener préstamos del exterior y prestar en el país a una tasa superior, oobtenidendo niveles sostenidos de ganancia. Para 2019, la deuda de los bancos era de US$1,835 millones[22], casi cuatro veces mayor a la 2000.
Las utilidades de la banca privada luego de la dolarización reflejan un patrón positivo desde 2001. Esa dinámica fue interrumpida durante la crisis internacional de 2008-2009. Las utilidades aumentaron de US$4.4 millones en 1999 a US$170 millones en 2006. En 2009 cayeron a US$44 millones, equivalentes al 3% del patrimonio, pero luego se recuperaron hasta superar los US$200 millones en algunos años, como el 2013, cuando fue de US$222 millones. En los años siguientes las utilidades disminuyeron un poco, entre otras cosas por la entrada en vigencia del tributo a las operaciones financieras, pero en 2019 fueron de US$196 millones, equivalentes al 9% del patrimonio[23].
La dolarización significó, entonces, que la economía nacional sería fundamentalmente importadora y financiera, aunque algunas exportaciones crecieran, sobre todo las que se destinan a Centroamérica y las del sector maquilero, que goza de beneficios fiscales
3. Algunos límites de la dolarización
Como el dólar no es una moneda salvadoreña, aunque sea de curso legal, la dolarización requiere una entrada masiva y permanente de dólares que garantice el crecimiento de la base monetaria y permita financiar la salida de divisas, sobre todo en concepto de importaciones, pago de la deuda y fuga de capitales, que son las más importantes.
En El Salvador, más del 95% de los dólares provienen de exportaciones, remesas y deuda externa, pero solo las exportaciones dependen del aparato productivo. Las otras fuentes no son seguras. Esa es una debilidad del sistema cambiario y monetario del país.
Durante los 21 años de dolarización, las remesas han crecido de forma casi permanente. Solo en 2009 y 2020 se vieron afectadas, pero a causa de las crisis internacionales de esos años. En 2019 ascendieron a US$5,452 millones y cubrieron el 96% del déficit comercial, que fue de US$5,697 millones. En 2021 ascendieron a US$7,517 millones pero solo cubrieron el 89% del déficit comercial de US$8,447.18 millones. Entre enero y junio de 2022 las remesas sumaron US$3,779 millones pero solo cubrieron el 74% del déficit comercial de US$5,132 millones. Esas señales son peligrosas, sobre todo si tomamos en cuenta que la política del actual Gobierno es de estímulo a las importaciones, sobre todo de alimentos agropecuarios, que el año pasado aumentaron 18% y en el primer semestre de 2022 crecieron 29%[24].
La deuda externa pública, como mecanismo de generación de divisas, tiende a debilitarse. En el 2000 la deuda era de US$2,831 millones; en 2019 cerró en US$9,981 millones (3.5 veces mayor). En mayo de 2021 estaba en US$11,922 millones y junto a la deuda interna, que también es en dólares, ascendía a US$24,589 millones, equivalentes al 87% del PIB[25].
Contrario a quienes afirman que la dolarización requiere de finanzas públicas sanas, en El Salvador requiere de finanzas públicas deficitarias, pues el financiamiento externo es un mecanismo fundamental de generación de divisas. El problema es que la misma está muy elevada. Y si el Gobierno aplica un programa de ajuste, como se lo está exigiendo el FMI, y reduce el financiamiento externo, la dolarización entraría en crisis. Eso no se puede descartar en los próximos años. Depende de la política que aplique el Gobierno, pero los márgenes no son muchos, pues solo se dispone de política fiscal, en un contexto de elevado déficit fiscal y elevada deuda pública.
Si la lógica económica es favorecer a los grupos importadores, para socavar el aparato productivo y provocar más emigración y remesas, la dolarización no podría sostenerse por mucho tiempo, porque el aumento de las remesas está mediado por las tendencias de la economía de Estados Unidos, que no son buenas, sobre todo por la amenaza de desplazamiento por parte de China y de un grupos de países entre los cuales está China.
4. Dólar y bitcoin
El Salvador es un país totalmente dolarizado. El 8 de junio de 2021 la Asamblea Legislativa aprobó la Ley Bitcoin, que entró en vigencia el 7 de septiembre del mismo año y convierte ese criptoactivo en moneda de circulación nacional. Sin embargo, eso no ha ocurrido. Una moneda tiene cuatro funciones, que en El Salvador solo las cumple el dólar:
- Unidad de cuenta. Los precios de las mercancías y las tarifas de los servicios se fijan en dinero.
- Medio de pago de salarios, pensiones, crédito.
- Depósito o reserva de valor. Expresa posesión de riqueza.
- Medio de intercambio, pues sirve para comprar bienes y servicios.
El Gobierno destinó US$90 millones de un préstamo del Banco de Desarrollo de la República de El Salvador (BANDESAL), un banco público de segundo piso, para comprar bitcoin y regalárselo a 3 millones de personas, a razón de US$30 a cada persona, pero en bitcoin. Las personas que bajaron sus billeteras digitales y recibieron la donación, compraron con el bitcoin en algunos negocios, los cuales hicieron la aplicación contable y se lo enviaron a BADESAL para que le mandara dólares. Es posible que algunas personas no hayan gastado la donación pero la mayoría de la gente la usó para comprar. Y como los bitcoin volvieron al banco público, no circulan en la economía. Ahí terminó todo.
La base monetaria del país está en dólares y suma US$18,000 millones, de los cuales US$6,000 millones constituyen el medio circulante y US$12,000 millones el ahorro. Los US$90 millones en bitcoin que gastó la gente y que ya ni circulan, representan el 0.5% de la base monetaria.
El presidente de la república dice que el Gobierno ha seguido comprando bitcoin, pero nadie puede constatar esa afirmación, pues no hay información disponible que la sustente ni partida presupuestaria para hacer dichas compras. Según lo dicho por el presidente en sus twitter, la compra fue a un precio promedio de US$47,000. Como hoy el bitcoin ronda los US$23,000, si vendió se perdió la mitad del dinero. Y si no se vendió, se dispone de la mitad del dinero.
Lo cierto es que en El Salvador no hay precios ni tarifas en bitcoin, como tampoco hay salarios, pensiones, créditos, ahorros (salvo el que pueda tener un rico o alguien de estratos medios), ni intercambios de bienes y servicios. Solo el dólar opera como moneda de curso legal. Una cosa es lo que dice la Ley Bitcoin y otra cosa es lo que ocurre en la economía nacional.
Publicado en revista “Mirador Económico Dominicano”, del 5 de agosto de 2022, , no 10, de la Asociación Nacional de Economistas Dominicanos
[1] BCR. Revistas Trimestrales de varios años.
[2] BCR. https://www.bcr.gob.sv/bcrsite/?cdr=224&lang=es
[3] BCR. Revistas trimestrales de varios años.
[4] BCR. Revista Trimestral enero-marzo 2020.
[5] CEPAL “La Inversión Extranjera en América Latina y El Caribe”. Año 2021.
[6] Dirección General de Estadísticas y Censos. Encuestas de Hogares de varios años.
[7] Datos tomados de diversas fuentes del BCR.
[8] Datos tomados de diversas fuentes del BCR.
[9] Datos tomados de diversas fuentes del BCR.
[10] Datos tomados de diversas fuentes del BCR.
[11] Barry, Deborah y Rosa, Herman: «Crisis de la Economía Rural y Medio Ambiente en El Salvador.» Boletín Prisma, No.9, enero-febrero 1995.
[12] Datos tomados de diversas fuentes del BCR.
[13] Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). “Informe Sobre el Desarrollo Humano El Salvador 2005”.
[14] BCR. Revistas trimestrales de varios años.
[15] BCR. Ibidem.
[16] BCR. Ibiden
[17] BCR. Ibidem.
[18] José María Tojeira. “Pobreza, Capitalismo y Corrupción”. Año 2012.
[19] Periódico “La Prensa Gráfica”, 24/11/2000.
[20] La Prensa Gráfica. Ibidem.
[21] BCR. Revistas trimestrales octubre-diciembre de 2002 y enero-marzo de 2022
[22] BCR. https://www.bcr.gob.sv/bcrsite/?cdr=51&lang=es
[23] Superintendencia del Sistema Financiero. “Estados Financieros Entidades Supervisadas”. Año 2019. https://ssf.gob.sv/servicios/estados-financieros/
[24] Datos tomados de diversas fuentes del BCR.
[25] Datos tomados de diversas fuentes del BCR.