El 17 de enero de 1989 se nos fue uno de los más grandes cantantes y compositores rioplatense, el uruguayo Don Alfredo Zitarrosa.
Había nacido el 10 de marzo de 1936 en Montevideo. De niño rodó por distintas barriadas de la capital junto a diferentes familias con quiénes se crió. También, desde la primera infancia vivió en zonas rurales, familiarizándose así con las faenas del campo y con sus ritmos musicales. Ya de jovencito le dio por el canto y la composición. Fue periodista, locutor, poeta, cantautor… Su posición política siempre lo ubicó en la izquierda, siendo miembro del Frente de Izquierda de Liberación (FIDEL), del Partido Comunista del Uruguay y en 1971 adhiriendo al Frente Amplio, participando así con su voz y canto en infinidad de actos y mítines populares.
Con la implantación de la dictadura militar, Don Alfredo tuvo que partir al exilio. Durante doce años residió en Argentina, España y México, realizando desde allí diferentes giras por otros países de la América Latina. Recién en 1984 volvió a su país, donde tuvo una histórica y apoteótica recepción, la que lo llevó a afirmar que esa fue “la experiencia más importante de mi vida”. Zitarrosa murió el 17 de enero de 1989 en el mismo Montevideo que lo vio nacer.
Su poesía, sus ritmos rioplatenses y latinoamericanos, su compromiso militante con el pueblo y la Patria Grande, lo ubicaron y lo ubicaran siempre como uno de los mejores exponentes del arte popular latinoamericano caribeña.
A modo de homenaje reproducimos unas canciones emblemáticas de él con sus respectivos enlaces:
DOÑA SOLEDAD
Alfredo Zitarrosa
Mire doña Soledad,
póngase un rato a pensar,*
doña Soledad,
cuántas personas habrá,
que la conozcan de verdad.
Yo la vi en el almacén
peleando por un vintén,
doña Soledad.
Y otros dicen haga el bien,
hágalo sin mirar a quién.
Cuántos vintenes tendrá
sin la generosidad,
doña Soledad,
con los que pueda comprar
el pan y el vino nada más.
La carne y la sangre son
de propiedad del patrón,
doña Soledad.
Cuando Cristo dijo no,
usted sabe bien lo que pasó.
Mire doña Soledad,
yo le converso de más,
doña Soledad,
y usted para conversar
hubiera querido estudiar.
Cierto que quiso querer,
pero no pudo poder,
doña Soledad,
porque antes de ser mujer
ya tuvo que ir a trabajar.
Mire doña Soledad,
póngase un poco a pensar,
doña Soledad,
qué es lo que quieren decir
con eso de la libertad.**
Usted se puede morir,
eso es cuestión de salud,
pero no quiera saber
lo que le cuesta un ataúd.
Doña Soledad,
hay que trabajar…
pero hay que pensar…
no se vaya a morir…
la van a enterrar…
Doña Soledad…
EL VIOLÍN DE BECHO
Alfredo Zitarrosa
Becho toca el violín en la orquesta,
cara de chiquilín sin maestra,
y la orquesta no sirve, no tiene
más que un solo violín que le duele.
Porque a Becho le duelen violines,
que son como su amor, chiquilines;
Becho quiere un violín que sea hombre,
que al dolor y al amor no los nombre.
Becho tiene un violín que no ama,
pero siente que el violín lo llama,
por la noche como arrepentido,
vuelve a amar ese triste sonido.
Mariposa marrón de madera,
niño violín que se desespera,
cuando Becho no toca y se calma,
queda el violín sonando en su alma.
Porque a Becho le duelen violines,
que son como su amor, chiquilines;
Becho quiere un violín que sea hombre,
que al dolor y al amor no los nombre.
Vida y muerte, violín, padre y madre;
canta el violín y Becho es el aire,
ya no puede tocar en la orquesta,
porque amar y cantar eso cuesta.
Lararalararailalalaila…
ADAGIO A MI PAIS
Alfredo Zitarrosa
En mi país, qué tristeza,
la pobreza y el rencor.
Dice mi padre que ya llegará
desde el fondo del tiempo otro tiempo
y me dice que el sol brillará
sobre un pueblo que él sueña
labrando su verde solar.
En mi país, qué tristeza,
la pobreza y el rencor.
Tú no pediste la guerra,
madre tierra, yo lo sé.
Dice mi padre que un solo traidor
puede con mil valientes;
él siente que el pueblo en su inmenso dolor
hoy se niega a beber en la fuente
clara del honor.
Tú no pediste la guerra,
madre tierra, yo lo sé.
En mi país somos duros,
el futuro lo dirá.
Canta mi pueblo una canción de paz.
Detrás de cada puerta
está alerta mi pueblo,
y ya nadie podrá
silenciar su canción
y mañana también cantará.
En mi país somos duros,
el futuro lo dirá.
En mi país, qué tibieza
cuando empieza a amanecer.
Dice mi pueblo que puede leer
en su mano de obrero el destino
y que no hay adivino ni rey
que le pueda marcar el camino
que va a recorrer.
En mi país, qué tibieza
cuando empieza a amanecer.
Coro
En mi país somos miles y miles
de lágrimas y de fusiles,
un puño y un canto vibrante,
una llama encendida, un gigante
que grita: ¡Adelante… adelante…!
Solo
En mi país brillará,
yo lo sé,
el sol del pueblo arderá
nuevamente, alumbrando mi tierra.
A JOSÉ ARTIGAS
Alfredo Zitarrosa
Vidalita acordate de José Artigas
y endúlzate la boca cuando lo digas.
A la huella de un siglo que otros borraron
mintiendo los martirios del traicionado.
A la huella vieja vidalitay
que te estoy buscando,
junto a la Lavalleja vidalitay
yo quiero oirte andando.
A la huella primero de José Artigas
y sácate el sombrero cuando lo digas.
Y sácate el sombrero cuando lo digas.
Vidalita orientala lejana y pura
a la patria cantala sin amarguras.
No hay más huella canejo que la de Artigas
y jugate el pellejo cuando lo la sigas.
Patria sola y patria vidalitay
patria sola y muda.
Rompe tu silencio vidalitay
vamos en tu ayuda.
En tu ayuda hay paisanos
monten baguales,
vamos mano con mano los orientales,
vamos mano con mano los orientales.