Luis Pardo Novoa, había nacido en Chiquián en 1874, departamento de Ancash, Perú. Tras la muerte de sus padres, fue criado bajo la tutela de su abuelo, hacendado poderoso de la región.
Luego de estudiar en Lima se incorporó a las tropas de Andrés Avelino Cáceres durante las guerras civiles. Allí fue hecho prisionero. Una vez en libertad, volvió a su Hacienda Pancal, donde se distinguió por la buena atención que prestaba a sus trabajadores. Para finales del siglo XIX el abuso, la explotación y el maltrato que daban hacendados y mineros a los trabajadores –en su mayoría indígenas–, era verdaderamente inhumano. Corrían los tiempos en que los gamonales decidían hasta de la vida misma de los campesinos.
La injusticia llevó a Luis a convertirse en bandolero rural. No es preciso el momento ni las circunstancias que lo llevaron a eso, pero lo cierto es que solo o acompañado de quienes se fueron sumando a su causa atacó las propiedades de los terratenientes de Ancash, Huánuco y La Libertad, repartiendo lo robado entre la gente humilde y más necesitada. Fue desde entonces que hombres y mujeres pobres empezaron a quererlo. Luis Pardo, el delincuente para el Estado y los hacendados, pasó a convertirse en un justiciero para las clases explotadas.
Cientos de historias se cuentan en torno a sus acciones, señalando en todas ellas episodios de heroísmo, valentía, generosidad y desprendimiento, siempre en favor de los oprimidos y castigando a los poderosos con la justicia popular.
También se narra que en un momento tuvo que huir a Chile, donde trabajó en las salitreras, incorporando enseñanzas de un viejo trabajador anarquista.
La historia de Luis Prado se ha mezclado con la leyenda, se lo describe como un hombre culto, galante, poeta y justiciero. Hasta se le atribuye un vals llamado «El Canto de Luis Pardo».
El 5 de enero de 1909 una patrulla del gobierno logró sorprenderlo y ultimarlo a balazos.
En 1955, Chiquián, su pueblo natal, le erigió un mausoleo declarándolo «Hijo ilustre y benefactor de los pobres».
Nota:
Existe un vals peruano llamado “La Andarita”, del que mucho se ha hablado, ya que el autor, según la leyenda, podría ser el mismo Luis Pardo.
A las oficinas del semanario “Integridad”, que dirigía Abelardo Gamarra “El Tunante”, llegó una carta sin firma con un poema que describía hechos de la vida del ya famoso bandolero Luis Pardo. El poema fue publicado sin autoría. De ahí en más creció la leyenda.
Actualmente se atribuye el poema al mismo Abelardo Gamarra “El Tunante” y ha sido musicalizado como vals por Justo Arredondo.
Reproducimos su letra:
LA ANDARITA o LUIS PARDO
Interpretada por Los Troveros Criollos
Ven, consuela al solitario
que por jalcas y oconales,
sin hallar fin a sus males,
va arrastrando su calvario.
Fue el destino temerario
al empujarme inclemente,
como por rauda pendiente,
desde lo alto del peñón
se desgaja algún pedrón
que rueda y cae inconsciente.
A mi padre lo mataron,
mi madre murió de pena;
ella, tan buena, ¡tan buena!
¡Ellos que tanto me amaron!
Con ambos me arrebataron
lo más que en el mundo quise.
Pero aún la suerte me dice:
«Ama, busca a una mujer»,
que hube también de perder…
pues nací para infelice.
De entonces, ¿qué hube
de hacer?
Odiar a los que me odiaron;
matar a los que mataron
lo que era el ser de mi ser;
en torno mío no ver
sino la maldad humana;
esa maldad cruel, insana,
que con el débil se estrella,
que al desvalido atropella
y de su crimen se ufana.
Por eso yo quiero al niño;
por eso yo amo al anciano;
al indio, que es mi hermano,
le doy todo mi cariño.
No tengo el alma de armiño
cuando sé que se le explota;
toda mi cólera brota
para su opresor, me indigna
como la araña maligna
que sé aplastar con mi bota.
Yo aborrezco la injusticia;
yo quiero al que es desgraciado,
al que vive abandonado
sólo por torpe malicia;
yo maldigo la estulticia
de tanta gente menguada,
porque al fin de la jornada,
puesto que la vida es corta,
la vida a mí qué me importa
porque ¿qué es la vida? ¡Nada!
De mi provincia las peñas
y el viento de mis quebradas,
me delatan las pisadas
del que me busca en las breñas;
hasta las ramas son señas
que de la suerte merezco;
ni me asusta ni padezco
si alguien me mira altanero;
yo soy como el aguacero,
que al soplo del viento crezco.
Brama, brama, tempestad;
ruge, trueno, en el espacio,
¡Bendito sea el palacio
de la augusta Libertad!
Cielo, con tu inmensidad
vas mis pasos amparando.
El rayo me va alumbrando
si viene la noche oscura,
en medio de su negrura
para seguir caminando…
Llega la noche. En el cielo
salta la luna serena;
dentro del pecho mi pena
parece hallar un consuelo;
sobre el campo, blanco velo
se extiende, y como visión,
detrás de cada peñón
parece ver a mi amada,
que viene como escapada
a buscar mi corazón.
Cae la noche, en el cielo
surge la argentada luna,
triste como mi fortuna,
sola cual mi desconsuelo.
A su luz beso el pañuelo
que me dio a la despedida,
que en su llanto humedecida
besó ella con pasión loca
y que guarda de su boca
la huella siempre querida.
Y me persiguen, ¡traidores!
siempre fueron sin entrañas,
les espanta mis hazañas
que no son sino rencores.
¿Dónde están mis defensores?
Para mí, nadie es clemente;
nadie piensa, nadie siente,
¿Quieren matarme?, ¡en buena hora!
Que me maten si es la hora,
¡pero mátenme de frente!
Yo soy señores Luis Pardo
El famoso bandolero!!!