Aun no se sabe en qué fecha nació y murió el héroe bahoruquense, y probablemente nunca se sepa. Pero sí existe la certeza de que Enriquillo, luego de la heroica resistencia de Caonabo y Anacaona, fue quien más combatió al colonialismo español.
La sierra de Baharuco se encuentra al sur de La Española –Quisqueya para los indígenas–, hoy República Dominicana. Desde allí, Enriquillo enfrentó por más de 14 años todas las incursiones que los españoles prepararon contra su comunidad.
A sus tropas de indígenas taínos se sumaron luego negros esclavizados escapados de las plantaciones. Una y otra vez los colonialistas fueron rechazados, hasta que se vieron en la necesidad de negociar con los insurgentes. Era el año 1533, y el enviado del Rey, Francisco de Barrionuevo, pacto un acuerdo reconociendo la libertad para el pueblo taíno, la eliminación de la encomienda, el no pago de impuestos a la corona y un territorio libre sin injerencia española.
Según dicen los cronistas, Huarocuya –su verdadero nombre–, siendo un niño, fue rescatado de la Matanza de Jaragua provocada por el conquistador Nicolás de Ovando. Allí murió su padre, el cacique Maniocatex. Los sacerdotes franciscanos lo bautizaron con el nombre cristiano de Enriquillo y le dieron educación; con ellos aprendió a leer y a escribir.
Pero siendo joven fue trasladado como siervo a la hacienda de un español de apellido Valenzuela, quien al morir fue sucedido por su hijo. El nuevo dueño, desde el primer momento se caracterizó por su cruel proceder contra los indios, aplicando castigos físicos que podían incluir hasta la muerte. En 1519, hastiado de la injusticia hacia él y los suyos, decidió junto a su esposa Mencía, levantarse en armas. Con su gente inicia el camino hacia las escarpadas montañas del Bahoruco.
Enriquillo fue el líder indiscutible de las fuerzas anticolonialistas, convirtiendo la sierra en una fortaleza inexpugnable. Dice el cronista Herrera: “Solo así, vigilante hasta de su propia sombra, pudo mantener durante catorce años la guerra de Bahoruco, sin ser nunca vencido, ni siquiera sorprendido”.