El escenario internacional geopolítico marcado por la multipolaridad y el claro derrumbe de la hegemonía norteamericana. El condicionamiento externo y el actuar de la dirigencia política nacional. Una oportunidad histórica y la necesidad de una agenda patriótica que corte el lazo de la dependencia.
El dólar cruje en el mundo entero. Con la puesta en marcha operativa de los pagos en monedas locales en los países del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), a los que se le suman Arabia Saudita, Pakistán y próximamente Turquía; por definición, el dólar deja de ser la única moneda globalmente aceptada para abrir paso a una nueva era marcada por las relaciones bilaterales y conformación de nuevos bloques políticos económicos de poder: la multipolaridad.
Este proceso se viene dando paulatinamente desde, al menos, principio del siglo, donde los Estados Unidos, al no poder frenar ni mantenerse a la par del avance económico de China y aliados, comenzó a desatar conflictos bélicos a fin de fortalecerse, ampliando sus fronteras de dominio imperial y, en paralelo, inyectando una desmedida cantidad de dólares en el mundo, sin respaldo alguno más que el poder de sometimiento de su aparato industrial/militar, lo que desembocó en una financiarización creciente de la economía mundial que tendría como primera consecuencia visible el crack bursátil del 2008.
Sin embargo, y a pesar de seguir motivando nuevas guerras, OTAN (Ucrania) contra Rusia, e inyectando deudas en dólares en cualquier lugar donde exista un cipayo que la acepte (FMI – Argentina), el camino hacia la multipolaridad, la caída de la hegemonía norteamericana, se aceleró en el último año donde muchas economías emergentes, y otras ya consolidadas, comenzaron a dejar de lado al dólar como moneda de cambio en sus comercios exteriores.
Como efecto inmediato, las reservas de gran parte de los países del mundo, que anteriormente estaban constituidas, casi exclusivamente, por dólares, comenzaron a transformarse en canastas de monedas conformadas por distintas divisas y metales según la naturaleza de sus relaciones comerciales exteriores.
Este desprendimiento masivo de la moneda norteamericana generó un crecimiento de su grado de liquidez; por ende, aumentos consecutivos de la tasa de interés de la FED (Reserva Federal) para absorber la mayor cantidad posible de la misma, una aceleración de la inflación en los Estados Unidos y, finalmente, una devaluación del dólar en términos reales.
En este contexto de claro derrumbe hegemónico de los Estados Unidos, la cúpula de la dirigencia política nacional, por encontrarse atada a prebendas particulares o negocios que no desean romper; en otras palabras, por miserables que ponen sus intereses individuales por encima de la Patria y el pueblo argentino, sigue esforzándose por conseguir favores o inyecciones monetarias que le otorguen algo de estabilidad en el marco de una crisis económica y social ocasionada por la profundización de un modelo productivo, de economía rentística – primarizada – exportadora, impuesto por ellos mismos. Ruegan clemencia al opresor.
Aceptando cada condicionamiento del FMI, abrazando cada visita de generales del pentágono o funcionarios del departamento de Estado, frenando el plan nuclear nacional, aceptando una devaluación acelerada de la moneda local para cumplir con el ajuste fiscal mediante inflación sin tocar la renta especulativa, subsidiando al sector exportador mientras se ajustan programas sociales… en cada decisión y acción política del gobierno del Frente de Todos hay una señal de subordinación y rendición incondicional a los Estados Unidos.
Peor aún los dirigentes de la oposición, que plantean, casi de forma unánime, la dolarización como única salida posible; lo que hundiría a la gran mayoría del pueblo argentino a la pobreza e indigencia y destruiría lo que queda del aparato productivo nacional.
En definitiva, toda la dirigencia política, encerrada en sus problemas de palacio y negocios particulares con terminales en el norte, se abraza al ancla del dólar creyendo que, quizás, puede llegar a ser su salvavidas individual para, mantenerse en cargos de gobierno o fugarse cuando el estallido social sea inminente.
Lo estrictamente cierto es que el contexto geopolítico de apertura de nuevos mercados y actores de poder global, la caída del dólar y la característica natural de contar con las materias primas necesarias para la elaboración de productos de valorización creciente a nivel mundial, dan un marco de oportunidad histórica, solo parecida (pero no igual) al contexto post segunda guerra mundial que la Argentina supo aprovechar, como el punto más alto de su historia en desarrollo económico y social, por gobernar pensando desde el interés nacional, priorizando una posición soberana y destruyendo cualquier lazo de dependencia que existiera hasta el momento.
Una agenda patriótica, un modelo soberano de desarrollo nacional, es lo que necesitamos para levantarnos de la profunda depresión a la que nos arrastró este modelo de saqueo y dependencia dirigido desde el extranjero. Nuestra Patria es enormemente grande y rica, nuestro pueblo resistente y trabajador como ninguno, falta organización popular para protagonizar la gesta histórica de la liberación nacional.
Arriba, en la cúpula, están en otra.