Cuando Bolívar convocó al Congreso de Panamá, la idea de la Confederación de Repúblicas ya estaba madura en su pensamiento. La Carta de Jamaica de 1815 anticipaba la estrategia, aunque también señalaba sus límites e inconveniente: “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse; mas no es posible porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes dividen a la América. ¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos!”.
Es en las instrucciones que Bolívar, ya como Presidente de Colombia, le encomienda a su ministro de Hacienda y Relaciones Exteriores, Pedro Gual, en 1821, donde se verificará la intensión de llevar la idea a la práctica. Le decía allí: “Es necesario que la nuestra sea una sociedad de naciones hermanas, separadas por ahora en el ejercicio de su soberanía por el curso de los acontecimientos humanos, pero unidas, fuertes y poderosas para sostenerse contra las agresiones del poder extranjero… hay que poner desde ahora los cimientos de un Cuerpo Anfictiónico o Asamblea de Plenipotenciarios que dé impulso a los intereses comunes de los Estados Americanos…”.
Es en base a los acuerdos alcanzados por la diplomacia bolivariana, a través de Joaquín Mosquera en Perú y Chile y de Miguel Santamaría en México, que Bolívar convocará, a través de carta firmada el 7 de diciembre de 1824, dos días antes de la Batalla de Ayacucho, a un congreso en la ciudad de Panamá: “Después de quince años de sacrificios consagrados a la libertad de América, por obtener el sistema de garantías que, en paz y guerra, sea el escudo de nuestro nuevo destino, es tiempo ya de que los intereses y las relaciones que unen entre sí a las repúblicas americanas, antes colonias españolas, tengan una base fundamental que eternice, si es posible, la duración de estos gobiernos”. Este congreso americano, convocado por el Libertador, fue llamado también Congreso Anfictiónico.
El nombre anfictiónico, proviene de la antigua Grecia y se refiere a aquella institución donde los representantes de las distintas ciudades discutían y acordaban sobre temas de interés común. Bolívar, que era un gran conocedor de la historia y las instituciones greco-romanas, tomó de allí el nombre. Pero la idea de la anfictionía en el Libertador sería más compleja que aquella referenciada en los griegos. La anfictionía bolivariana era y es, una visión del mundo, que ubica a la nación en el escenario universal, proponiendo un camino hacia el equilibrio, la paz y la armonía. “La convivencia social, dentro del orden y la libertad…”, afirmaba Bolívar.
Era el Libertador partidario de conformar una verdadera unidad entre los países de la región, como única garantía para consolidar las incipientes soberanías amenazadas por la Santa Alianza. “Si la América no vuelve sobre sus pasos, si no se convence de su nulidad e impotencia; si no se llama al orden y a la razón; si no se hacen positivos esfuerzos para lograr la unidad, poco hay que esperar respecto a la consolidación de sus gobiernos, y un nuevo coloniaje será el patrimonio que leguemos a la humanidad”, advertía.
El Congreso de Panamá intentó alcanzar el objetivo, pero su esfuerzo no prosperó. La acción disolvente de las oligarquías locales y la injerencia de las potencias del norte, impidieron concretar la ansiada unidad. El Congreso Anfictiónico fracasó, pero no la idea de la anfictionía, que en el siglo XXI renació con vigorosidad inusitada. Así lo demuestró la constitución del Alba, la Unasur y la Celac.
Ante similares desafíos, los del pasado y los del presente, la anfictionía bolivariana se alza como un conjunto de ideas auténticamente revolucionarias y necesarias. El Comandante Hugo Chávez lo había manifestado con precisión: “No habrá independencia en Venezuela si no hay integración de estos países y de estos pueblos de Suramérica y del Caribe”, agregando: “La América Latina se hizo independiente en lo político, nos falta la independencia económica y sólo unidos podremos lograrla”. La tarea de la unidad de nuestra América reviste un carácter estratégico y ese es el punto central de la anfictionía bolivariana.
Es entonces, que esa anfictionía bolivariana, expresada en términos actuales, podría sistematizarse de la siguiente manera: 1) Unión latinoamericana caribeña para alcanzar la definitiva independencia; 2) Unión latinoamericana caribeña para favorecer el desarrollo económico, social y cultural de nuestros pueblos, sustentado en la cooperación, la complementación y la solidaridad, como asimismo la ciudadanía común; 3) Unión latinoamericana caribeña para la defensa integral de la región; ayer como hoy, amenazada por las potencias imperialistas centrales; 4) Unión latinoamericana caribeña para fortalecer la alianza Sur-Sur; 5) Unión latinoamericana caribeña para relacionarnos, de igual a igual, con el resto del mundo; 6) Unión latinoamericana caribeña para aportar al “equilibrio del Universo”: un mundo multipolar en paz y armonía con la naturaleza.
Este último punto se convierte en el eje estructurante de la política internacional bolivariana. A finales de 1813, Bolívar había nombrado a Antonio Muñoz Tébar, joven revolucionario caraqueño, como su Secretario de Hacienda y Relaciones Exteriores. En el informe presentado por este secretario, relativo a su actuación hasta finales de ese año, se hacen consideraciones que el Libertador atenderá especialmente. En dicho informe se lee: “La ambición de las naciones de Europa lleva el yugo de la esclavitud a las demás partes del mundo; y todas estas partes del mundo debían establecer el equilibrio entre ellas y la Europa, para destruir la preponderancia de la última. Yo llamo a esto equilibrio del Universo y debe entrar en los cálculos de la política americana”. Bolívar hace publicar este informe en la “Gazeta de Caracas” en enero de 1814. Hoy, el “equilibrio del Universo”, se entiende como un mundo multipolar sin hegemonías. El Presidente Chávez lo había señalado: “El mundo que se pretendió unipolar, imperial, cruje y se va abajo; y se levanta una era nueva, a la que Bolívar llamaba el equilibrio del universo».
Es por lo tanto que la anfictionía bolivariana emerge como un cuerpo de ideas que resuelve dialécticamente lo local con lo regional, y esto último con lo internacional, propendiendo al respeto a la soberanía, la armonía y la convivencia pacífica entre las naciones. La anfictionía bolivariana es una propuesta contra-hegemónica y por ende liberadora y antiimperialista.
Y ese “equilibrio del Universo” se logrará, como decía Bolívar, cuando “la solidaridad humana, se fundamente con un mínimum de libertad civil, de bienestar económico, de satisfacción íntima para todos; apoyándose unos en otros, colaborando en el fin del bienestar común…”.
Bolívar y su generación intentaron alcanzar la unidad e independencia tan necesaria. No lo lograron, pero dejaron la tarea pendiente para las generaciones posteriores. Con Chávez, Ortega, Evo más Fidel y los presidentes progresistas del comienzo del siglo XXI nos aproximamos al magno objetivo. Esa lucha no ha concluido y en la actualidad está en una dinámica vertiginosa de avances y retrocesos. En esa batalla estamos sumergidos en estos momentos.