Era el 3 de febrero de 1813 cuando el Regimiento de Granaderos a Caballo, creado recientemente por el comandante José de San Martín, tuvo su bautismo de fuego derrotando a las fuerzas absolutistas en la Batalla de San Lorenzo. A orillas del Río Paraná, y ante el desembarco de tropas realistas que intentaban conseguir provisiones para sus pares sitiados en la ciudad de Montevideo, dos columnas de granaderos, en avance envolvente, salieron a su paso al grito de ¡Viva la Revolución!

Al frente de una de las columnas iba el capitán Francisco Bermúdez, y en la otra el teniente coronel José de San Martín. El fuego fue nutrido, y la metralla logró matar el caballo del comandante. San Martín, con ayuda de algunos de sus granaderos, logró salvar su vida; pero Bermúdez, herido en el combate y tras amputársele una pierna, murió luego desangrado. El triunfo revolucionario fue categórico, los realistas huyeron despavoridos a sus embarcaciones y algunos murieron ahogados en el intento. Los sables de los granaderos cumplieron al pie de la letra el toque a degüello ordenado en su carga final.

La Revolución, que parecía entrar en una etapa de retroceso tras el apartamiento y luego asesinato de su más cabal representante, Mariano Moreno; se revitalizaba con varios acontecimientos de primer orden: el triunfo revolucionario en la Batalla de Tucumán conducida por Manuel Belgrano, el reinicio del Sitio de Montevideo, el alzamiento y destitución del Primer Triunvirato y la instalación de la Asamblea Constituyente conducida por la Sociedad Patriótica.

San Martín, que había retornado al Río de la Plata apenas hacía un año, demostraba con este triunfo militar de la Revolución, que era un verdadero partidario de la causa patriótica y democrática. Las dudas, que sobre él mantenían algunos, con respecto a si era un agente francés, español o inglés, empezaban a diluirse ante su actuación política y militar. El futuro Libertador, comenzaba así su gloriosa gesta unionista y emancipadora.

NOTA:

Marcha San Lorenzo

Por Alejandro Lerner, Los Tipitos, Lito Vitale y Andrea Alvarez