De madre india y padre español, Juan “Walparrimachi” Mayta nació en Macha, Potosí en 1793. Huérfano a temprana edad, y al no conocer el apellido de su padre, los campesinos indios que lo criaron le pusieron el nombre del abuelo materno, Mayta. Su apelativo quechua, «Wallparrimachi», quiere decir «el que habla con las gallinas» y así se lo conoció desde pequeño. “¿Qué nube será aquella nube / que oscurecida se aproxima? / Será el llanto de mi madre / que llega convertida en nube”, escribirá más tarde recordando a la madre que prácticamente no conoció.
Siendo aún niño, los indígenas lo ubicaron como criado en la hacienda del matrimonio conformado por Manuel Ascencio Padilla y Juana Azurduy, en Chayanta, quienes lo adoptaron como un hijo más. Allí aprendió a leer y escribir y aunque dominó perfectamente el español los poemas por él escritos están todos en quechua.
La tradición dice que Juan se enamoró de una jovencita a la que se le había obligado a casar con un hombre mucho mayor que ella, un rico minero andaluz. Al conocerse la clandestina relación entre los jóvenes, ella es recluida en un monasterio en Arequipa, muy lejos de Chayanta. Esa ausencia motivará la mayoría de sus poesías que aún se conservan.
Pero el joven poeta, más allá de sus penas sentimentales, se enamoró también de la causa patriótica y revolucionaria, y seguió a sus padres adoptivos, convertidos en guerrilleros, en todos sus combates. Siempre esgrimiendo su honda como arma de batalla, asciendió al grado de teniente del batallón de honderos indígenas.
La guerra contra los colonialistas fue “a muerte”. La guerrilla comandada por Padilla y Azurduy opuso una resistencia feroz y a veces hasta desesperada, siempre contando entre sus principales combatientes con el joven “Walparrimachi”.
El 7 de agosto de 1814, tras cuatro días de pelear con sus honderos en el Cerro Las Carretas, el soldado-poeta cayó muerto en combate.
“Juan Wallparrimachi Mayta antes de ser fruto es raíz. Su poesía no es ciencia, es arte, es dignidad, es vida, es justicia, es anhelo irrenunciable de libertad”, dirá el escritor boliviano Néstor Taboada Terán.
Tres poemas de Wallparrimachi
Mi madre
Que‚ nube ser aquella nube
Que viene entenebrecida? Ser
el llanto de mi madre que en
lluvia se ha convertido.
El sol a todos alumbra
A todos, menos a mí. No
falta la dicha a nadie;
Para mí solo hay dolor.
Porque no conocí a mi madre,
Mas que la fuente lloro‚ Porque no
hubo quien me ampare Mi propio
llanto bebí.
También al agua me echó‚
Queriendo que me arrastrara;
El agua me echó a la orilla
Diciendo: ‘Sigue buscándola’.
Como ella desde la nube
Mi corazón también lloró.
Flotando en lago de sangre,
Enmarañado de espinas.
Tu pupila
Como estrella de tu pupila
Cayó en mi noche de pena,
quise guardarla en mi pecho,
se tornó en tierna paloma.
Envidioso torbellino
me la quitó de las manos;
para impedir que la siga
me volvió ciego y tullido.
Hecho escarnio de la gente;
por lluvia y sol flagelado,
mi corazón se consume
anhelando a mi paloma.
La Partida
Paloma del alma, verdad es que dices
Que a tierras lejanas por siempre te vas,
Echando al olvido tus horas felices…
Es cierto que nunca jamas volverás?
A quien di, me dejas en esta honda pena,
Mis dulces recuerdos, a quien implorar,
Cual tu me lo dabas, hermosa morena
Ay! quien en mi pecho te puede igualar?
Te ruego me enseñes cual es el sendero
Que tienen ligeros tus pies que tomar,
Pues antes que vayas, cruzarlo lo quiero,
Con llanto de hinojos por irlo a regar.
Si el sol con sus rayos te abrasa y sofoca,
Y sombra ya buscas en donde reposar,
Tendrá en la nube, que desde mi boca,
Mi aliento amoroso llegar a formar.
Si ansiosa y sedienta, por tierras de abrojos,
A solas ya cruzas en seco arenal,
La nube que forman llorando mis ojos
Dar te paloma su fresco raudal.
Sólo responden bosques profundos
Fuentes y sierras a mi clamor;
Nadie comprende ya sobre el mundo
Ay! mi quebranto ni mi dolor.
Nota:
El llanto de mi madre.
Por Los Jairas