El pueblo la conoció como La Pola. Policarpa Salavarrieta tenía entre 20 y 21 años cuando la fusilaron. Fue en Bogotá el 14 de noviembre de 1817, en pleno régimen de terror impuesto por el virrey Juan José Francisco de Sámano y Uribarri de Rebollar y Mazorra.
Las fuerzas realistas habían recuperado la Nueva Granada a sangre y fuego. Sámano, conduciendo las tropas de ocupación desde Quito, había logrado derrotar a los patriotas. Una vez instalado en Bogotá condujo una feroz represión, que llevó al cadalso a patriotas de la talla de Montúfar, Caldas, Torres, Mejía, entre otros. Cientos de revolucionarios fueron apresados, torturados y ejecutados por aquel virrey de largo nombre.
Mientras las tropas colonialistas perseguían a los republicanos en los pueblos y ciudades, en los montes y en el campo se organizaban guerrillas para resistir la embestida contrarrevolucionaria. Las fuerzas irregulares necesitaban información sobre el enemigo, saber sobre sus movimientos, sus pertrechos, conocer su estado de ánimo, sus planes. Para ello era fundamental contar con un sistema de espionaje e información bien articulado. Esta tarea la llevaron a cabo hombres y mujeres en la clandestinidad, dispuestos a jugarse la vida en cada misión.
La Pola fue una de esas mujeres que supo contribuir a la causa independentista desde el espionaje. Mientras más se incrementaba la represión, junto a una red de patriotas decididos, más informaba a los guerrilleros sobre todas las acciones que los realistas realizaban en Bogotá. Ordenaba la información y la hacía llegar a destino, conspiraba y ayudaba a sus compatriotas en desgracia, daba ánimo ante la adversidad y no desmayaba en sus labores.
La descubrieron por unos informes encontrados en manos de republicanos que fueron apresados por los españoles. Sámano, el de muchos apellidos, no dudó un instante. Ella y un grupo de sus colaboradores fueron condenados a muerte.
A La Pola la recuerda con respeto y le rinde honores el pueblo colombiano. De Sámano no quedó nada, ni el recuerdo de alguno de sus tantos nombres. O tal vez sí, se lo recuerda cuando huyó cobardemente de Bogotá ante el triunfo de Bolívar en Boyacá.
Gloria eterna a Policarpa Salavarrieta, la Pola.