En la noche del 21 de marzo de 1980, una banda de facinerosos al servicio de la dictadura de Luis García Meza lo secuestró, y tras torturarlo salvajemente lo remató de varios disparos. Al otro día, un campesino encontró su cadáver en el basural de Achachicala, en La Paz. La víctima era el jesuita Luís Espinal Camps.
“Lucho”, como le decían sus amigos, había nacido cerca de Barcelona en 1932. En España se consagró sacerdote y estudió literatura, filosofía y teología, luego, en Italia, se especializó en periodismo y cine. En 1968 viajó a Bolivia y allí se dedicó a la crítica cinematográfica, a la televisión, a la radio y al periodismo gráfico. Fue docente, poeta y escritor. Se había enamorado de Bolivia, de su pueblo, de sus luchas. Al poco tiempo se nacionalizó boliviano.
Desde las diferentes tribunas en que le tocó actuar, predicó el cristianismo de los pobres, el de la redención social y el de la denuncia a los opresores. Ni un minuto dejó de aguijonear a los explotadores del pueblo. Lucho denunciaba, se sumaba a las huelgas, a las movilizaciones, producía periodísticamente y en medios audiovisuales. En 1978 se sumó a la huelga de hambre de las esposas de los mineros contra la dictadura de Hugo Banzer. Este accionar casi le costó la vida, pero Luis salió de estas jornadas aún más fortalecido. “La vida es para eso, para gastarla… por los demás”, solía decir.
Siempre predicando el cristianismo igualitario, supo también hostigar a aquella Iglesia que se alejaba del pueblo y sus sufrimientos. Señalaba: «Sería una torpe Iglesia del silencio la que callase por miedo a perder el último resto de sus antiguos privilegios, si callase por cobardía y falsa prudencia. Por fidelidad a Cristo, la Iglesia no puede callar. Una religión que no tenga la valentía de hablar a favor del hombre, tampoco tiene derecho a hablar a favor de Dios».
Y alertaba también sobre esa suerte de resignación y apatía ante la injusticia: “Señor; tenemos la costumbre de acostumbrarnos a todo. Aún lo más hiriente se nos oxida. Quisiéramos una sensibilidad no cauterizada, para maravillarnos y sublevarnos. Señor; que no nos acostumbremos a ver injusticias, sin que se nos encienda la ira, y la actuación”.
A Lucho también le gustaba, cuando tenía algún tiempo libre, tallar la madera. Cualquier madera, de algún mueble viejo, un tronco, algún artefacto inservible, él lo convertía en una pieza artística. Una de sus obras es una cruz que talló y que habla sobre la necesidad de incrementar y mejorar el diálogo entre cristianos y marxistas. ¿Saben cuál es esa talla? La que Evo Morales le obsequió al Papa Francisco durante su visita a Bolivia. Claro, una réplica, se entiende.
Apenas dos días después del asesinato de Luis Espinal, otro auténtico cristiano, en otra región de Nuestra América, caía asesinado por los sicarios de la oligarquía, era Monseñor Arnulfo Romero.
Después de la muerte de Espinal, algunos de sus compañeros publicaron el libro “Oraciones a quemarropa”. Son oraciones que Lucho había escrito para ser leídas por la radio, con temas humanos y existenciales: el silencio de Dios, la soledad, el dolor humano, la muerte, la juventud, el futuro…
En homenaje a Lucho Espinal les entregamos el tema del cantautor boliviano Luis Rico.
LUIS ESPINAL
Autor e intérprete Luis Rico